Prescindir del voto como supuesta acción para generar un cambio político es inconducente; no hacer nada trae como consecuencia la nada, o peor aún la rendición ante el adversario, sin siquiera luchar; lo sabemos desde 2005. Es también un irrespeto a la memoria de tantos mártires que antes y ahora bañaron con su sangre las calles de nuestro país en procura de un mundo mejor para todos.
Opinión / jueves 04 de noviembre de 2021
https://talcualdigital.com/votar-es-la-consigna-por-gioconda-cunto-de-san-blas/
A partir de su legalización el 13 de septiembre de 1941, la gran lucha y el gran logro del partido Acción Democrática (AD) en 1947 fue el establecimiento con rango constitucional (ya perfilado en el decreto 216 del 15 de marzo de 1946) de la votación universal que permitió a los venezolanos mayores de 18 años elegir directamente a sus representantes y gobernantes, incluido el presidente de la república. Acababan así los criterios decimonónicos de ser “varón, mayor de 21 años y con capacidad para leer y escribir” exigidos por las constituciones previas a la de 1947 para el ejercicio del voto, así como las votaciones de segundo grado para la elección del presidente.
Cuenta
Diego
Bautista Urbaneja que en 1941 AD lanza una campaña en favor del escritor
Rómulo Gallegos para enfrentar la candidatura de Isaías Medina Angarita a la
presidencia de la república, una elección que debía darse en el Congreso
Nacional, de acuerdo a la legislación del momento. La candidatura de Gallegos
estaba perdida de antemano, allí no había nada que buscar. ¿Para qué, entonces,
tomarse el trabajo de lanzar esa candidatura? Para desplegar “una intensa
actividad organizativa y de proselitismo nacional,[…] AD se lanza a la
conquista del país entero. Apunta a las incipientes clases medias de los
pueblos y ciudades del interior —el maestro, el boticario, el hombre de la
gasolinera—, a los obreros, a los empleados, a la población rural, predominante
en el país y mayoritariamente analfabeta. A las mujeres. La bandera principal
de su prédica es política: elección del presidente mediante sufragio universal,
directo y secreto de todos los venezolanos y venezolanas mayores de 18 años,
supieran o no leer y escribir. Nunca antes había sido esa una bandera en las
lides políticas nacionales”.
Hay
más episodios electorales a lo largo de esos tumultuosos años, siempre con una
oposición participativa electoralmente, a sabiendas de las condiciones desventajosas
de los procesos en marcha; uno de ellos referido también a AD, entonces ilegalizado
por la junta militar de gobierno. No siéndole posible participar en la elección
de 1952, ordena a su militancia dar su apoyo al candidato de URD, Jóvito
Villalba, en las condiciones adversas establecidas por la dictadura. Y es el
fraude plebiscitario de diciembre de 1957 que inicia el movimiento final que da
al traste con el régimen.
Este
recuento sucinto lo hago para recordar nuestra propia historia, olvidada hasta
por los grandes partidos protagonistas de tales conquistas. Los líderes del
momento, con sentido histórico, no se anduvieron con remilgos a la hora de usar
el voto, ese derecho adquirido a fuerza de sacrificios y luchas. Nunca un
derecho ha sido concedido graciosamente por el poder de turno, tampoco lo fue
el derecho al voto universal. En condiciones de desventaja, bajo la amenaza de
represalias que llegaban a extremos de exilio, prisión o muerte, como fueron los
casos de Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali o Antonio Pinto Salinas,
sucesivos secretarios generales de AD en la clandestinidad, los líderes
cumplieron con el papel que les tocó: luchar por preservar el derecho al voto
como símbolo y paso previo e indispensable para alcanzar la democracia y la
libertad.
Prescindir
del voto como supuesta acción para generar un cambio político es inconducente; no
hacer nada trae como consecuencia la nada, o peor aún la rendición ante el adversario,
sin siquiera luchar; lo sabemos desde 2005. Es también un irrespeto a la
memoria de tantos mártires que antes y ahora bañaron con su sangre las calles
de nuestro país en procura de un mundo mejor para todos.
Ojalá
que en esta ocasión la gente entienda que el acto electoral del 21N puede
servir para ir recomponiendo el deshilachado tejido opositor, a partir de las
alcaldías o gobernaciones que puedan ganarse. En este punto, la propia
oposición con sus inoportunas divisiones, alimenta las derrotas previsibles si
los líderes no recapacitan.
Pedro
Benítez nos recuerda que “en política la percepción pública lo es todo. Hoy
la percepción es que la oposición venezolana está dispersa y dividida.
Exactamente lo contrario de lo que fue la MUD. Exactamente lo que necesita
Maduro […]. Ante un régimen con las características del suyo, es evidente que a
sus adversarios no les queda más remedio que, por lo menos, presentar un frente
unido”. Y eso precisamente es lo que los electores de hoy exigimos a quienes se
asumen voluntariamente como líderes sin responder a las exigencias del
compromiso unitario indispensable hoy. Melindres electorales y egos inflados
son pobres actitudes contrarias al momento histórico que vivimos.
Votar
es la consigna. En coincidencia con el historiador Tomás
Straka, pienso que “el voto no sólo cambió el destino de los venezolanos de
una forma definitiva en los años 40 del siglo pasado, sino que sigue siendo un
aspecto esencial para la definición de nuestro porvenir, hoy más que nunca”.
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