Nada es de extrañar que un régimen caracterizado por su sevicia, siempre empeñado en ocultarla a ojos extranjeros, haga uso de hojas de Parra (Luis Eduardo) en esfuerzo írrito por esconder su sucia mano detrás de maniobras ejecutadas por antiguos opositores comprados al mejor postor en billetes verdes, no en agónicos bolívares ni mucho menos en fantasiosos petros, a través de negociados ilícitos ligados a las cajas CLAP y al hambre del pueblo.
“Entonces se
abrieron sus ojos (NB: los de Adán y Eva, luego de comer el fruto del árbol
prohibido) y conocieron que estaban desnudos; cosieron unas hojas de parra y se
hicieron cinturones” (Génesis 3,7). Desde entonces las hojas de parra han
servido no solo para ocultar las partes pudendas en esculturas griegas o
romanas demasiado explícitas para los ojos mojigatos de siglos posteriores a su
tiempo, sino también como alegoría de lo vergonzoso, de lo que debe ser
ocultado.
De manera que nada
es de extrañar que un régimen caracterizado por su sevicia, siempre empeñado en
ocultarla a ojos extranjeros, haga uso de hojas de Parra (Luis Eduardo) en
esfuerzo írrito por esconder su sucia mano detrás de maniobras ejecutadas por antiguos
opositores comprados al mejor postor en billetes verdes, no en agónicos
bolívares ni mucho menos en fantasiosos petros, a través de negociados ilícitos
ligados a las cajas CLAP y al hambre del pueblo.
Unos reales
perdidos para los “revolucionarios”… Nuestros diputados han salido respondones
y para nada dispuestos a aceptar mansamente el atropello. En la larga jornada
del domingo 5 de enero, las hojas de Parra se agitaron en horas matutinas con
los vientos de la violencia para impedir la entrada de la representación
opositora al Palacio Federal Legislativo, mientras clamaban tener quorum sin
haberlo constatado y nombraban sin votación una directiva espuria forrada en
hojas de Parra, este reducido al papel de cuidador de silla por exigencia del
jefe de la fracción pesuvista.
De nada les valió
la mascarada porque la bancada opositora, conformada por cien parlamentarios,
se mudó a otros espacios en el emblemático edificio del diario El Nacional que,
como tantos otros diarios venezolanos, sufre los embates permanentes de la
dictadura. Allí pudieron instalarse legalmente con quorum reglamentario
comprobado (87 o más diputados), eligiéndose la nueva y legítima directiva de la
Asamblea Nacional (AN) para el período enero 2020-enero 2021, encabezada por
Juan Guaidó, que a poco fue reconocido nuevamente por los países que han dado
su apoyo explícito a nuestra causa democrática desde 2019.
Las hojas de Parra
se movieron de nuevo el lunes 6 para posesionarse (creyó él) de la oficina de
la presidencia de la AN y tomándose un selfie, sentarse rechoncho en la silla
del presidente. Pero el martes 7 todo el mundo lo vio correr despavorido fuera
del edificio, junto con sus secuaces, cuando los 100 parlamentarios demócratas,
encabezados por Juan Guaidó como presidente legítimo, decidieron imponer su
legitimidad y contra viento y marea, por encima de la intimidación militar, se
presentaron en el hemiciclo para comenzar la sesión ordinaria convocada para
ese día. Los videos que circulan por las redes son evidencias tercas de tales
actuaciones.
Una vez más, el
triste papel de las fuerzas armadas bolivarianas en esas circunstancias será
motivo futuro de vergüenza para ellos cuando las historias de esta época oscura
sean recordadas y escritas como testimonios del secuestro al que ha sido
sometido el pueblo venezolano bajo el espanto asesino de las armas de la
república.
De lo ocurrido en
estos días (escribo en martes 7) quiero rescatar por una parte la valentía, el
arrojo de nuestros diputados en defender los valores ciudadanos para los cuales
fueron electos y por otra, la unión que ha resurgido en estas horas críticas
para la vida republicana. Tranquiliza saber que en el momento de las dificultades,
las diferencias de pensamiento en aspectos tácticos han sido marginadas
mayoritariamente en favor del ideal superior de la patria. Ya habrá tiempo para
ventilar diferencias. Por ahora, Venezuela nos requiere para salvarla en
democracia y a eso debemos apuntar todos, sin vacilaciones.
El año 2020 es un
año crucial. Puede ser que lleguemos a las ansiadas elecciones presidenciales,
algo que dependerá de muchos factores. En cambio, por mandato constitucional, en
2020 debemos elegir una nueva Asamblea Nacional que cumpla con su papel
legislativo entre enero de 2021 y enero de 2026. Necesitamos de manera
imperiosa contar con una AN que no esté sujeta a los caprichos de los demás
poderes del Estado, una AN mayoritariamente nuestra. Para eso debemos aprender
del fracaso abstencionista de 2005, cuyas consecuencias aún sufrimos;
requerimos repetir el triunfo electoral de diciembre de 2015 que dio lugar a
esta AN de hoy y que tanto orgullo nos genera. Eso solo será posible en unidad
plena de los factores democráticos hacia el voto. Ese debe ser nuestro norte en
2020. Las hojas de parra que pretendan obstaculizar el camino deberán ser desechadas.
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