Aquí estamos, en medio de
un fanatismo ideológico que no admite otra visión de la vida salvo la que ellos
dicen representar, para imponerla cualquiera sea el costo en vidas humanas y
destrozos de toda índole.
Opinión / Jueves 10 de mayo de 2018
http://talcualdigital.com/index.php/2018/05/10/conocimiento-sospecha-gioconda-san-blas/
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA SAN BLAS
“Hay
que decretar al Zulia en estado de emergencia por su situación eléctrica”.
Quienes tenemos familiares por esos lares sabemos que no hay fanfarronada en
esa expresión, que los zulianos pasan días completos sin servicio eléctrico,
que las noches (y los días, más aun) son de insomnio porque el calor de 40ºC o
más agobia y no hay manera de acondicionar la temperatura ambiental, que la
comida se daña, los equipos domésticos se averían y el agua no fluye porque la
bomba no funciona.
Según
expertos altamente calificados en el tema, el problema de fondo en el Zulia es
el grave deterioro de las plantas térmicas del sistema eléctrico, ante la falta
de mantenimiento e inversión para sustituir repuestos y recuperar la capacidad
instalada. En Maracaibo, la falta de plantas hace que el sistema, diseñado para
suministrar dos mil megavatios, solo provee 130 (6,5%), lo que hace necesario desviar
hacia allá algunos megavatios del deteriorado sistema interconectado nacional,
también este en estado deplorable. O sea, ya que nada sirve, compartamos
miserias, que no abundancias.
No
son las iguanas, ni los sabotajes, ni el clima las causas de los problemas
zulianos y nacionales en materia de energía eléctrica. Es la incapacidad, la
desidia, la incompetencia profesional de quienes han sido puestos en cargos de
alta responsabilidad sin tener las credenciales necesarias para ellos. El
carnet del partido o de la patria, lo mismo da, tienen prelación sobre el
saber; la cercanía a los amos del poder privilegia la incorporación a cargos,
aunque se carezca de méritos y conocimientos para desempeñarlos.
La
respuesta del gobernador del Zulia ha sido acorde con ese menosprecio al
conocimiento: sugerir al ministerio público que abra una averiguación a esos
expertos. Tanto conocimiento sobre la materia apunta, según el personaje, al
sabotaje. Días más tarde, el ejecutivo por su parte pide detener a antiguos
ingenieros de Enelca por su conocimiento profundo (y sospechoso, no faltaba
más) del sistema eléctrico zuliano.
Hace
meses, el médico jefe de un hospital en Maracay reportó la casuística de
chikungunya que estaba afectando a la población de esa ciudad del centro del
país. No solamente fue destituido sino que tuvo que huir del país por cuanto
sus declaraciones generaron una orden de captura del ejecutivo regional en su
contra. ¿Su delito? Informar para prevenir, reportar para controlar la
epidemia. La competencia en el cargo, el conocimiento de una materia específica,
la responsabilidad social como germen de un cargo de traición a la patria, nada
menos.
Un
poco más tarde fue juramentada una nueva ministra de salud. Fue destituida en
menos de dos semanas: había cometido el crimen de publicar las estadísticas de
salud luego de varios meses de silencio ministerial. Las cifras eran
demoledoras en cuanto al aumento de muertes de neonatos y parturientas en
hospitales públicos, a la vez que testimoniaban un incremento notable en el
número de casos de malaria, dengue y otras enfermedades de reporte obligatorio
semanal. El problema para el régimen no eran las muertes de inocentes o el
sufrimiento del creciente número de pacientes; el problema era que se documentara.
Para
regímenes autoritarios o dictatoriales, el conocimiento, el mérito intelectual,
los logros académicos han sido siempre fuente de sospecha porque de ellos
deriva la capacidad de pensar libremente, de cuestionar. Durante el régimen de
Pol Pot en Cambodia y en la revolución cultural china, miles de universitarios
e intelectuales (científicos, profesores, ingenieros, profesionales diversos, maestros,
escritores, músicos, artistas y otros) encabezaron las listas de personas
encarceladas o fusiladas, como enemigos burgueses, de etnia o pensamiento.
Los
“sospechosos” lo eran por razones tan fútiles como usar anteojos, saber un
idioma extranjero o tener un título universitario. También ocurrió bajo los
regímenes de Lenin, Stalin, Mussolini, Hitler, Castro… Al alimón, “izquierdas”
y “derechas” en sus versiones extremas corren parejas en su repudio al
conocimiento y al ascenso intelectual de los pueblos en todas sus formas, sin
reparar en los métodos para lograr su sumisión.
Habrá
quien diga que esos son ejemplos extremos que nunca veremos por estas
latitudes. Valdría la pena recordar que hace unos años tampoco creímos llegar a
ver casos como los narrados en los párrafos anteriores; nosotros seríamos
inmunes al virus cubano, eso decíamos. Sin embargo, aquí estamos, en medio de
un fanatismo ideológico que no admite otra visión de la vida salvo la que ellos
dicen representar, para imponerla cualquiera sea el costo en vidas humanas y
destrozos de toda índole.
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