Desde su investidura como pastor bautista, Martin Luther King acude a su fe, a su iglesia para promover los cambios a los que aspira. Y en eso se parecen a él los obispos venezolanos, que en estos tiempos perversos han estado luchando con el mismo ímpetu en contra de las injusticias sociales que nos afligen.
Opinión / Jueves 26 de abril de 2018
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AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA SAN BLAS
UN TÚNEL DE ESPERANZA EN LA NEGRA MONTAÑA DEL DESCONCIERTO
Escribir
frases cortas desde una cárcel, en pedazos de papel ocasionalmente llegados a las
manos del preso; burlar la vigilancia; esperar que los fragmentos convertidos
en testimonio escapen de a poco a través de los barrotes en los bolsillos de
algún visitante o guardián compasivo; rogar que las palabras sean luego ensambladas
por alguien en un documento único que perdure en el tiempo como evidencia de lo
sufrido y luchado…
Una
técnica inmemorial, usada por los presos de conciencia de antes y ahora para
dejar constancia de sus motivaciones cuando no ha habido más medios para
difundir las ideas detrás de sus luchas sociales. De esa forma, Martin Luther
King logró hacer pública su carta de
1963 desde su prisión en la cárcel de Birmingham (Alabama), proclamando su
lucha en favor de la justicia e igualdad de derechos civiles para sus hermanos
negros de los Estados Unidos.
A la luz de hoy, esa carta puede ser leída más
allá del motivo original como rebelión contra la discriminación racial. En
estos tiempos oscuros por los que transitamos los venezolanos, podemos inspirarnos
en ella, extender su significado como canto a la libertad, a la igualdad de los
seres humanos, sin absurdas distinciones de color de piel, ideas, religión,
fortunas. Es la expresión cabal de quien rehúsa sentirse derrotado en su lucha,
por más adversas que sean sus circunstancias.
A los venezolanos de hoy, King nos recuerda que muy rara vez los grupos privilegiados prescinden espontáneamente de sus privilegios, que la libertad nunca la concede voluntariamente el opresor, sino que tiene que ser exigida por el oprimido, que una justicia demorada durante demasiado tiempo equivale a una justicia denegada, que la injusticia necesita ser extirpada mediante una acción poderosa, persistente y decidida.
A los venezolanos de hoy, King nos recuerda que muy rara vez los grupos privilegiados prescinden espontáneamente de sus privilegios, que la libertad nunca la concede voluntariamente el opresor, sino que tiene que ser exigida por el oprimido, que una justicia demorada durante demasiado tiempo equivale a una justicia denegada, que la injusticia necesita ser extirpada mediante una acción poderosa, persistente y decidida.
También
nos advierte que llega un momento en que se colma la copa de la resignación y
los hombres no quieren seguir abismados
en la desesperación. El anhelo de libertad acaba por manifestarse abiertamente.
Habiendo nacido con el derecho a la libertad, el ser humano puede y debe conquistarla.
Y debe hacerlo a través de una campaña no violenta que según él, consta de
cuatro fases básicas: la reunión de los datos necesarios para determinar si
existen las injusticias, la negociación, la auto-purificación y por último, la
acción directa.
Repercute
en nosotros su cortante decepción contra quienes se mantienen callados, en
medio de las injusticias: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación no
sólo por las acciones y palabras hijas del odio de los hombres malos, sino
también por el inconcebible silencio atribuible a los hombres buenos”.
Desde
su investidura como pastor bautista, King acude a su fe, a su iglesia para
promover los cambios a los que aspira. Y en eso se parecen a él los obispos
venezolanos, que en estos tiempos perversos han estado luchando con el mismo
ímpetu en contra de las injusticias sociales que nos afligen. Luchando por
“plantar la firme roca de la dignidad humana” a la que llamaba King, nuestros
obispos, en repetidas ocasiones han protestado “la sorprendente indiferencia de
los responsables gubernamentales” para solventar los problemas de hambre,
desempleo, salud que agobian al pueblo.
No
es ya un problema de segregación racial, sino más bien de discriminación entre
los poderosos y el resto de la población, en aras de implantar un sistema
totalitario donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento
del pueblo, es la consigna. Tal dicen los obispos.
Ayer
con King, hoy con nuestras luchas, estamos cavando “un túnel de esperanza en la
negra montaña del desconcierto”, como lo expresara el pastor bautista en su
carta desde la cárcel de Birmingham y que he tomado prestado como título de mi
entrega de hoy.
TUITEANDO
Las
incertidumbres de la realidad política venezolana – Michael Penfold - Para
la oposición es urgente aprender a transformar la adversidad en oportunidad,
acercando posiciones, compatibilizando objetivos y garantizando que el triunfo
de una ruta no se transforme en la derrota del otro.
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