De acuerdo con el Foro Penal, permanecen 227 presos políticos en las terribles cárceles venezolanas, sufriendo experiencias brutales en materia de violación de derechos humanos, descritas por el Secretario General de la OEA como de “represión violenta e indigna cobardía”.
Opinión / Jueves 12 de abril de 2018
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AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA SAN BLAS
GERALDINE
Geraldine Moreno, Geraldine Abreu, Geraldine Chacón simbolizan, cada una de ellas, un momento distinto, igualmente dramático en esta saga por la reconquista de la libertad y la democracia que caracteriza estos difíciles momentos de la vida venezolana.
El 19 de febrero de 2014 Geraldine
Moreno salía una vez más de su casa en Naguanagua para sumarse a las protestas
que ocurrían en todo el país. “Mamá, Venezuela no espera por ti”, le había
dicho a Rosa Orozco cuando esta prefirió quedarse a descansar de las fatigas de
días anteriores en actividades de calle, sin imaginar que la siguiente visión
que Rosa tendría de su hija sería la de esa joven, sin más arma que su grito de
libertad, tirada en la calle, la cara y el cuerpo lleno de perdigones
disparados a quemarropa por funcionarios de los cuerpos de seguridad del
estado. En medio de una agonía atroz, Geraldine falleció el 22 de febrero.
Tenía 23 años y estudiaba Citotecnología.
No fue la única en perder la vida en esos aciagos meses
de 2014; a ella se sumaron 40 asesinados, la mayoría jóvenes estudiantes, y 854
heridos. Abril de 2017 a su vez generó 130 o más inmolados, cerca de 2 mil
heridos y más de 3 mil detenidos que se acumularon en manifestaciones reprimidas
con toda la fuerza bélica del régimen. De acuerdo con el Foro Penal, de ellos permanecen
227 presos políticos en las terribles cárceles venezolanas, sufriendo experiencias
brutales en materia de violación de derechos humanos, descritas por el
Secretario General de la OEA como de “represión violenta e indigna cobardía”.
La detención ilegal y dolorosa de la jueza María Lourdes Afiuni
por defender el principio de la independencia de poderes y hacer caso omiso de
presiones para ejecutar una sentencia, inauguró una nueva forma de represión
sectorial. Después de ella, muy pocos jueces se han atrevido a ignorar las coacciones
del régimen en sus decisiones judiciales. Otros sectores, médico,
universitario, periodístico, han sufrido acosos similares con el propósito, no
siempre logrado, de callar a sus agremiados en un mecanismo de autocensura
inducida. El sector financiero ha quedado representado por Geraldine
Abreu, vicepresidenta ejecutiva de operaciones del Consorcio Credicard. Acusados
sin pruebas de llevar adelante un “plan de traición económica a la patria” y de
“sabotaje cibernético”, ella y cinco compañeros están presos en el Sebin desde
diciembre de 2016 por su supuesta responsabilidad en la caída de la plataforma
de medios de pago en todo el país. Y sometidos de manera inconstitucional a la
justicia militar en los primeros meses de su ilegal prisión.
A Geraldine Abreu se le está aplicando además un
expediente frecuente para burlar la ley y como arma psicológica de tortura: el
diferimiento indefinido de audiencias, sufrido por muchos de los presos
políticos del momento, entre ellos el caso extremo del joven Lorent Saleh, con
no menos de 42 audiencias diferidas. El pasado 20 de marzo de 2018, Geraldine
Abreu fue objeto por 10ª vez del diferimiento de la audiencia, con lo cual se
prolonga arbitrariamente su prisión en violación de las normas jurídicas
establecidas en las leyes de la república.
Geraldine
Chacón, mientras tanto, tiene como motivo de prisión desde el 1 de febrero
de 2018 el de “instigación al delito y agavillamiento”. ¿Su pecado? Ser la
joven directora de la Fundación Embajadores Comunitarios (tiene apenas 24 años,
dos títulos universitarios y una vida de compromiso social), organización no
gubernamental que desarrolla programas
de capacitación y formación juvenil en sectores populares de Caracas,
encarcelamiento que comparte con Gregory Hind, director general de la misma
fundación. “Implementar programas de empoderamiento dirigidos a adolescentes en
contextos de exclusión, con la finalidad de mejorar sus creencias sobre su
propio valor y sus habilidades para modificar sus vidas y su ambiente” es la
misión de esa fundación. Como tal, no puede sino producir casquillo en quienes
tienen como norte la destrucción de las instituciones y la disolución de los
valores y principios de una sociedad decente. Por eso, al momento de escribir
estas líneas Geraldine y Gregory siguen presos en las mazmorras del Sebin,
incomunicados de sus familias y abogados, a pesar de que ya un tribunal ha
emitido boleta de excarcelación en su favor.
Tres Geraldines, tres modos de ejercer violencia como
política de estado contra una población inerme; un solo objetivo: la
capitulación, por vía del miedo, de las ansias libertarias. Contra eso, tengamos
presentes las palabras finales de Geraldine Moreno a su madre: “¡Bendición! Te
espero en libertad, no dejes la calle”.
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