“La unidad de los partidos hecha presencia real y no consigna verbal en el seno de la Junta Patriótica, trajo consigo como consecuencia lógica la unidad de los sindicatos obreros, la unidad de los intelectuales, la unidad de la nación entera a la luz de la decisión enfurecida de echar de esta tierra al tirano y a su cortejo de rufianes y verdugos”.
Resignada al lenguaje tropero del régimen, me llega como viento fresco el acto de juramentación de Joe Biden como 146̊ᴼ presidente de los Estados Unidos. En un discurso sobrio, con ecos de Juan el evangelista, el orador hace hincapié en la palabra como motor de la acción política.
Mientras que para Juan, “al principio existía la
Palabra [...] sin ella no se hizo nada de todo lo que existe”, para el
presidente, “la política es palabra [...] ellas son el espíritu de la
democracia”, lo que obliga a “dar sentido ético al lenguaje, usándolo
responsablemente para construir el interés general y el bien común”. Un mensaje
que bien nos serviría para retomar la senda de la civilidad en el manejo de lo
político venezolano.
Invitada para ofrecer un poema al flamante presidente,
la poeta Amanda Gorman, con apenas 22 años, ganadora del premio al Poeta
Nacional Juvenil en 2017, lee “La colina que escalamos” (The
hill we climb). De súbito, siento que ella me habla a mí, nos habla a
los venezolanos en estos tiempos tormentosos.
Luego de 22 años de brutal decadencia nacional, / “¿dónde
encontrar luz en esta sombra interminable?”. Planteada la pregunta, Amanda nos
da pistas: / “Si queremos estar a la altura de nuestro tiempo, la victoria no
estará en la espada sino en los puentes que construyamos”. / “Reconstruiremos,
nos reconciliaremos y nos recuperaremos”.
/ “No iremos en retroceso hacia lo que fue, sino que nos moveremos hacia
lo que será”.
Habiendo aprendido / “que en el silencio no siempre
hay paz”, la poeta nos anima a levantar / “la mirada no a lo que se interpone
entre nosotros, sino a lo que está frente a nosotros”, como señal de unificar
criterios en torno al adversario común, dejando de lado nuestras diferencias en
la búsqueda prioritaria del futuro anhelado.
/ “Cuando llegue el día, saldremos de las sombras,
decididos y sin temor”, porque / “la democracia puede ser demorada de vez en
cuando pero nunca derrotada permanentemente” (“las democracias son frágiles”, había
dicho Biden en su discurso). De esta forma, Amanda Gorman anima a sanar las
heridas en su país, mensaje que también reverbera en los corazones de los
venezolanos, fatigados por 22 años de lucha incesante en búsqueda de la
democracia perdida.
Vincula a ambos mensajes el tema de la reconstrucción
del tejido social bajo “la más esquiva cualidad de la
democracia: la unidad”. Esa
unidad que aquí conocimos el 23 de enero de 1958 cuando festejamos ruidosamente
la caída del dictador de turno, en fecha que marcó un hito celebrado año a año
como renovado acto de fe en la democracia… hasta ahora cuando cumplidos 63 de
esa gesta este pasado 23 de enero, a tres días de la ceremonia inaugural
norteamericana, el silencio de la desmemoria ha hecho estragos entre nosotros.
Se ha cumplido así la profecía de Luis Castro Leiva en el memorable discurso de orden del 23 de enero de 1998, leído en aquel Congreso Nacional bicameral de la República que desaparecería al año siguiente, arrastrado por la ventolera revolucionaria. Decía entonces Castro Leiva: “¿Qué celebramos hoy entonces? Mi respuesta es simple y mi dolor, grande: celebramos el olvido”.
Hoy, 23 años más tarde, el olvido ha sido patente. Desde las altas
esferas de poder se pretende borrar la memoria histórica de aquellos sucesos
que rescataron para los venezolanos el ejercicio de la democracia y la libertad,
al tiempo que callan quienes tendrían la obligación de preservarla.
Citando el discurso de orden de Miguel Otero Silva frente
al Congreso Nacional en 1959 para marcar el primer aniversario de la llegada de
la democracia, Castro Leiva escoge el tema de la unidad como herramienta para
enfrentar los momentos difíciles de la república. “La unidad de los partidos hecha presencia
real y no consigna verbal en el seno de la Junta Patriótica, trajo consigo como
consecuencia lógica la unidad de los sindicatos obreros, la unidad de los
intelectuales, la unidad de la nación entera a la luz de la decisión enfurecida
de echar de esta tierra al tirano y a su cortejo de rufianes y verdugos”.
Un mensaje que hace eco en la Venezuela de hoy para exigirlo
en la oposición descuadernada del momento, un mensaje unitario poderoso que los
líderes de hoy están en la obligación de trabajar generosamente y por encima de
intereses personales o grupales, como lo hicieron entonces los líderes de 1958,
ganándose en la Historia el puesto de estadistas capaces de construir un presente
y un futuro en democracia y libertad para los venezolanos.
Ojalá la ciudadanía y el liderazgo político actual
estudien aquella historia, la rescaten para sí y busquen en ella inspiración
para el momento presente, tanto más difícil que aquel de 1958. Con palabras de
la poeta, / “la historia tiene sus ojos puestos en nosotros”.
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