En nuestra Venezuela de hoy, la relación de los científicos con el régimen se ha ido tensando. Una comunidad insumisa, exigente en su derecho a la libertad de cátedra y de pensamiento, no se aviene bien con autoridades que pretenden acallar sus voces, entre ellas las de las Academias, asesoras por obligación estatutaria del estado venezolano en las materias de sus competencias.
Opinión / jueves 21 de mayo de 2020
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS
LOS PAPELES DE LA ACADEMIA
En carta de 1894, Pierre Curie escribe
a quien más adelante será su esposa, Marie Sklodowska Curie: “No está en
nuestras manos cambiar el estado social. En el ámbito de la ciencia podemos
hacer algo; cualquier hallazgo, por pequeño que sea, es una conquista”. Curioso
comentario de quien años más tarde, en compañía de Marie, protagonizará hazañas
científicas en el campo de la radioactividad que admirarán a los políticos de
la época y repercutirán en medicina, tecnologías, ingenierías, cambiando para
siempre a la sociedad en que vivimos.
Desde el siglo III a.C., cuando
Hierón II de Siracusa pidió a Arquímedes averiguar el contenido real de oro en
una corona y diseñar instrumentos bélicos contra los romanos, se ha hecho
frecuente ver a gobernantes en compañía de científicos asesores. La pandemia de
Covid-19 es una buena vitrina para comprobar ese hecho.
En 1945, Vannevar Bush publicó un
célebre documento, “Ciencia, la frontera infinita”, en
el cual exponía su visión sobre el compromiso recíproco entre el gobierno
norteamericano y los científicos y tecnólogos en los años de postguerra. El
documento inspiró la creación de la National Science Foundation con el fin de promover el avance
de la ciencia en la nación norteña. Hoy los países desarrollados y otros no
tanto, incluida Venezuela, tienen instituciones similares de apoyo oficial a la
ciencia y la tecnología, unas más funcionales que otras.
No todo ha sido miel sobre hojuelas
en las relaciones de los científicos con sus gobiernos. Harto conocidas son las
tropelías del nazismo contra la comunidad judía, de la cual formaban parte
científicos de gran prestigio. Destituidos de sus cargos, huyeron para
preservar sus vidas. Con ellos se fue de Alemania gran parte del conocimiento
en física de la época, éxodo que según algunos historiadores, apresuró el desenlace
de la segunda guerra mundial con el triunfo aliado, a un costo muy alto en
vidas humanas.
Sabemos también de las
persecuciones y muertes sufridas por intelectuales en la URSS de Stalin, la China
de Mao Zedong o la Cambodia de los Khmer Rouge. Pensar por cuenta propia resulta
un riesgoso delito en regímenes despóticos. Es decir, entre científicos y políticos
hay una relación de amor-odio que depende de los principios (o falta de ellos)
que rijan a los gobiernos de turno.
Todo esto viene a cuento porque en
nuestra Venezuela de hoy, la relación de los científicos con el régimen se ha
ido tensando. Una comunidad insumisa, exigente en su derecho a la libertad de
cátedra y de pensamiento, no se aviene bien con autoridades que pretenden
acallar sus voces, entre ellas las de las Academias, asesoras por obligación
estatutaria del estado venezolano en las materias de sus competencias.
Así las cosas, la Academia de
Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (ACFIMAN), en cumplimiento de dicha
función, hizo llegar a los Poderes Ejecutivo y Legislativo un documento
titulado “Estado actual de la epidemia de Covid-19 en Venezuela y sus posibles
trayectorias bajo varios escenarios”, (resumen aquí),
luego difundido por redes sociales. Usando modelos matemáticos ya probados con
éxito en varios países para dibujar escenarios posibles de evolución de
epidemias que permitan a los gobiernos prepararse, la ACFIMAN concluyó que las
pruebas hechas hasta el 8 de mayo, fecha de presentación del informe, eran
insuficientes para estimar el tamaño real de la epidemia de Covid-19 en
Venezuela, que había un sub-registro y que era necesario aumentar la cobertura
de pruebas PCR-RT, únicas validadas por la Organización Mundial para la Salud,
incorporando otros laboratorios del país con capacidad instalada para hacer
dichas pruebas.
Un documento de orientación
científica a las autoridades en esta grave encrucijada pandémica se convierte
así en papel subversivo, a tenor de personajes de la nomenclatura, que amenazan
a los académicos con “visitas” de los cuerpos de seguridad del estado por haber
cumplido una vez más con nuestra función asesora. Ante tales intimidaciones, la
ACFIMAN, las Academias hermanas y la comunidad científica hemos protestado esa
violencia verbal. Es grato comprobar que la ciudadanía también ha rechazado tal
conducta, demostrando con ello que la actividad científica y tecnológica es
reconocida como fuente de progreso para la nación. Ratificar el informe del 8
de mayo ha sido la respuesta de la ACFIMAN y de
las Academias en
conjunto.
No es este el primero, ni será el
último documento de la ACFIMAN dedicado
a plantear propuestas en temas álgidos de políticas públicas, esos que tocan
directamente a la gente y que se beneficiarían de asesoría científica. No solo
eso. Convencidos de que la sociedad solo progresa en un escenario de libertad y
democracia, la ACFIMAN y sus Academias hermanas seguiremos levantando nuestras
voces en defensa de tales principios. Las amenazas están de más.
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