Este ejemplo, cercano a nosotros culturalmente, debemos tenerlo presente mientras elaboramos los temas educativos en el Plan País bajo criterios de excelencia propios del siglo XXI, a ser aplicados cuando en un futuro, ojalá próximo, emprendamos el camino de la civilidad y el desarrollo que nos ha negado el régimen a lo largo de dos décadas.
Opinión / jueves 25 de abril de 2019
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS
CONTRA EL ATRASO, EDUCACIÓN
Mi amigo João era niño cuando vino
con sus padres de Portugal en busca de un mejor destino. Al llegar a Venezuela
se prometió a sí mismo aprovechar las oportunidades de estudio que este país le
ofrecía y así, con 11 años y sin el respaldo paterno que lo quería en casa para
trabajar, logró ser aceptado en la escuela cercana a su casa. Comenzó sus
estudios cuando todavía no dominaba el español y no se detuvo hasta culminar al
cabo de los años un doctorado en una prestigiosa universidad europea, con una
beca de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, luego retribuida a la nación
con servicios de alto nivel en la industria petrolera.
Traigo esta historia a colación para
destacar el contraste de oportunidades de ascenso social hace medio siglo entre
una Venezuela que se abría paso hacia el desarrollo en democracia y Portugal, entonces
una nación bajo la férrea dictadura de António de Oliveira Salazar, un país
subdesarrollado y depauperado, con el mayor analfabetismo de Europa a mediados
del siglo XX.
Cincuenta años más tarde, la
situación ha revertido. La calidad de la educación en Venezuela ha ido
disminuyendo ostensiblemente, en paralelo con la crisis general del país, al
tiempo que los niños portugueses reciben ahora una educación de alta factura,
comparable a la de los países más adelantados de Europa, tanto que ese país tan
cercano cultural y afectivamente a nosotros se ha convertido en un referente
mundial en mejora educativa y pedagogías innovadoras. A lo
largo de los últimos 15 años, con gobiernos de diferentes corrientes políticas
e ideológicas, se ha respetado la decisión del ministerio de educación portugués
de dar continuidad a las políticas concebidas para aumentar la exigencia y el
rigor en
establecer objetivos, metas curriculares, programas bien fundamentados
científicamente, mayor exigencia hacia alumnos y profesores en los distintos cursos escolares.
La evolución entre 2000 y 2015 es
significativa: la renta económica y el estatus socioeconómico y cultural de las
familias aumentaron en este periodo. Portugal ha tenido una mejora continua en las pruebas PISA (pruebas
trienales, respaldadas por la OECD, que se
hacen desde el año 2000 a jóvenes de 15 años en muchos países; la última
publicada en 2015 contó con la participación de 70 países), situándose en todas
las pruebas por encima de la media OECD. En el año 2000 la brecha entre
Finlandia y Portugal era de 76 puntos, reducida a 25 en las pruebas de 2015 (ya
se hizo otra prueba PISA en 2018; resultados todavía inéditos), un rendimiento
que se ha traducido en millones de euros sumados al crecimiento
económico, lo cual ha incidido en una mejora de la percepción
actual de las familias sobre la importancia de una buena educación.
Al igual que en otros países
exitosos en materia educativa, uno de los factores de superación del sistema
portugués es la formación docente. Los educadores
portugueses han visto cómo las condiciones de acceso a la docencia se hacen más
estrictas: ahora tienen una formación inicial de cinco años, formación continua
obligatoria, refuerzo específico en los currículos de ciencias y formación
específica en metodologías de carácter innovador. Recientemente se han
introducido diferentes formas progresivas de evaluación del profesorado,
evaluaciones externas y autoevaluaciones.
Se ha creado el programa de
Territorios Educativos de Intervención Prioritaria que busca mejorar los
modelos de aprendizaje, paliar el abandono y el ausentismo, fomentar la
disciplina o facilitar la transición al mercado laboral. En 2008 la tasa de
abandono era del 34%, en 2016 era del 14%, acercándose así a la meta del 10% para
2020, propuesta por la ONU en sus objetivos del desarrollo sostenible.
Liderando todo este proceso está la
figura del Ministro de Educación, Tiago
Brandão Rodrigues, de 38 años, doctorado en Bioquímica, quien renunció a su
cargo de investigador científico en oncología en Cambridge para asumir el reto
de elevar la calidad del sistema educativo de su país a niveles competitivos
con los de los países europeos de mayor exigencia. Y lo está logrando.
Este ejemplo, cercano a nosotros
culturalmente, debemos tenerlo presente mientras elaboramos los temas educativos en el Plan País bajo
criterios de excelencia propios del siglo XXI, a ser aplicados cuando en un
futuro, ojalá próximo, emprendamos el camino de la civilidad y el desarrollo
que nos ha negado el régimen a lo largo de dos décadas.
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