Hoy el baúl de la nonna está en mi habitación. Mis padres no tuvieron que llenarlo con un ajuar matrimonial, ni negociar mi boda, ni pensar que mi única misión en la vida era casarme. Los tiempos han cambiado para bien en cuanto al valor de la mujer en sociedad. Lo que sí ha cambiado para mal es la vida en Venezuela.
https://www.elconfidencial.com/mundo/2014-06-19/que-fue-de-la-emigracion-espanola-la-generacion-de-la-posguerra-50-anos-despues_148740/
Opinión / jueves 20 de diciembre de 2018
http://talcualdigital.com/index.php/2018/12/20/el-baul-de-la-nonna-por-gioconda-cunto-de-san-blas/
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS
EL BAÚL DE LA NONNA
En 1926 mi papá llegó a Caracas
desde Tórtora, un pueblecito agreste del sur de Italia, cuando apenas tenía 14
años. Turbada por la miseria de entonces en su tierra natal, su madre tomó la
dolorosa decisión de aventarlo solo a estas latitudes, océano de por medio,
para que cobijado por parientes en esta orilla, pudiese “hacer la América” y
ayudar desde aquí a quienes habían quedado atrás.
No volvió más hasta los años
posteriores a la segunda guerra mundial (viajar era privilegio para pocos)
cuando, alarmado por las historias de penuria que le llegaban, decidió visitarlos
para constatar la situación de su familia en ese país arruinado por la guerra y
el fascismo. De allí volvió un par de meses más tarde, cargando con un baúl de
flejes en cuya tapa destacaban en bronce las letras A M. Cual Melquíades, el
gitano que periódicamente visitaba Macondo con su baúl lleno de maravillas que
atrapaban invariablemente a José Arcadio Buendía, así mi papá abrió su baúl de
donde salió como por arte de magia un acordeón más grande que yo, la niña de 4
años que era entonces, y con el cual comencé a hacer pininos en educación
musical. No fue lo único. Del baúl inagotable salieron regalos para mi mamá, mi
hermano y otros familiares. Y delicias: higos rellenos con nueces, orejones de
frutas diversas, charcutería, quesos, también lencería, todos hechos por las
laboriosas manos de mi abuela, la nonna,
y mis tías italianas. No faltó el gustoso panettone de navidad, una exquisitez
milanesa que entonces comenzó a marcar todas nuestras navidades, al lado de la
hallaca y el dulce de lechosa que salían de las manos de mi mamá, con esa sazón
oriental típica de su Anzoátegui natal.
Las iniciales, luego supe, eran las
de mi nonna: Anna Marsiglia. En el
baúl ellas eran centinelas de tradiciones centenarias calabresas, muy propias de
finales del siglo XIX cuando la nonna
nació. A cada niña se le proveía al nacer de un baúl para que allí, desde sus
primeros días en este mundo, sus padres fuesen llenándolo con vestidos, lencería
y demás detalles primorosamente hechos y bordados a mano, que constituirían parte de la dote cuando la niña llegase a la
edad de casar y formar hogar. Armada con su baúl, sus padres tendrían algo que
ofrecer al novio como promesa de intercambio para asegurar el desposorio y
llegar a un acuerdo satisfactorio entre las familias. ¡Cuántas veces mi papá
presenció la ruptura de un compromiso porque lo ofrecido por la familia de la
novia no fue considerado adecuado por la del novio!
Las niñas, por tanto,
llegaban al mundo con su vida programada: prepararlas para casarse y casarse
bien. Desposarse previa negociación entre familias, más allá de los sentimientos
de los enamorados. Además del baúl y su contenido,de cualquier otro valor de
recambio pecuniario o en especie, la joven debía tener una condición imprescindible,
sin la cual nada valía: ser virgen. A él, por el contrario, se le exigía experiencia…
Hoy el baúl de la nonna está en mi habitación. Mis padres
no tuvieron que llenarlo con un ajuar matrimonial, ni negociar mi boda, ni
pensar que mi única misión en la vida era casarme. Los tiempos han cambiado
para bien en cuanto al valor de la mujer en sociedad. Lo que sí ha cambiado
para mal es la vida en Venezuela. Esa que hizo a mi nonna empujar a su hijo en travesía transoceánica desde Italia no
existe más. Tanto ha cambiado que ahora mis hijos han hecho el camino inverso
al de su abuelo, en búsqueda de un futuro amable y de posibilidades en tierras lejanas.
Quién sabe si cualquier día uno de
ellos me pida el baúl de la nonna
para recorrer con él la ruta emprendida en busca de su destino, lejos de la
patria que lo vio nacer, con la misma motivación de aquel jovencito de 14 años,
su abuelo, que noventa años antes hizo lo mismo en reverso al embarcarse en trayecto
trasatlántico a esta tierra de gracia,persiguiendo ese futuro que su propia
tierra le había negado.
Mientras tanto, yo seguiré aquí, con
el baúl de la nonna a mi lado, como
mudo testigo de ese pasado que toca en sus ausencias a mi presente, cofre que a
la vez asumo como fuente matriz de donde van brotando deseos y sueños por un
porvenir auspicioso para todos en 2019.
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