La náusea que provocan las imágenes generadas por seres carcomidos de odio, esclavos de sus bajas pasiones, solo ha servido para resaltar la dignidad del preso político, de Juan y de los cientos que desde hace varios lustros están o han estado encerrados en las mazmorras del régimen por sus deseos de vivir en libertad, democracia y progreso. Con ellos estamos presos todos quienes creemos en esos mismos principios y valores.
https://www.lapatilla.com/2018/08/10/las-reacciones-sobre-el-video-de-juan-requesens-presentado-por-el-gobierno-bolivariano-tuits/
LA
NÁUSEA, DE NUEVO
Gioconda
Cunto de San Blas
Caracas, 12 de agosto de 2018
En
diciembre de 2012, recién reelecto Chávez para un nuevo período presidencial
que la muerte no le permitiría cumplir, escribí una reseña del
libro “Afiuni, la presa del Comandante”, del periodista
Francisco Olivares, en el cual manifestaba el horror instalado en mi corazón
durante la lectura de ese testimonio sobre las vejaciones sufridas por la juez
María Lourdes Afiuni, cuyo único delito fue el de administrar justicia
imparcial, a contrapelo de los caprichos del mandante.
Escribí
entonces que creía imposible sentir mayor repugnancia que cuando leí “Los
juristas del horror” de Ingo Müller, quien relata los excesos de la “justicia”
envilecida, dependiente de los amos del poder en la Alemania nazi. Con
ingenuidad pensé que tales atropellos, producidos en un país remoto
presuntamente culto y un tiempo ya lejano, no se vivirían en esta Venezuela
moderna que ya habría superado las sangrientas dictaduras del siglo XX y las
violencias inhumanas de quienes en cualquier período se imaginan amparados en
un poder sin límites.
Seis
años más tarde, bajo el mismo régimen (si acaso más cruel), igual dolor surge
en mí al ver unos videos que lo único que evidencian es la tortura a que está
siendo sometido el diputado Juan Requesens por el aparato represivo del régimen. Inventándole delitos, cometiéndolos
ellos, violando residencias sin orden judicial y trasgrediendo normas
constitucionales de inmunidad parlamentaria, es secuestrado y torturado a las
órdenes de la policía política para luego ser exhibido como presa herida, en la
creencia de que esa humillación pudiese servir de instrumento para acallar la
disidencia.
Qué
equivocados están. La náusea que provocan las imágenes generadas por seres
carcomidos de odio, esclavos de sus bajas pasiones, solo ha servido para
resaltar la dignidad del preso político, de Juan y de los cientos que desde
hace varios lustros están o han estado encerrados en las mazmorras del régimen
por sus deseos de vivir en libertad, democracia y progreso. Con ellos estamos
presos todos quienes creemos en esos mismos principios y valores.
Por
eso invito a que en vez de difundir las atrocidades orquestadas por el régimen,
propaguemos más bien el
apasionado discurso del diputado Juan Requesens en la Asamblea Nacional el
pasado 7 de agosto, horas antes de caer en manos de sus captores.
“Que una madre tenga que enterrar a su
muchacho porque lo mataron en una manifestación, que un padre no tenga cómo comprar
un medicamento, eso es meterse con los venezolanos… La desgracia que estamos viviendo en Venezuela
es por culpa de quienes están aferrados al poder, dispuestos a gobernar sobre
los cadáveres de los venezolanos que mueren todos los días… El arma de nosotros
los políticos es el verbo, es la fuerza, es la voz y las ganas de cambiar. Yo
me niego a rendirme, me niego a arrodillarme frente a quienes hoy pretenden
quebrarnos la moral. Hoy puedo hablar desde aquí, mañana no sé… La única
estrategia de la dictadura es aplastar a todo el que piense distinto… Nuestras
motivaciones las tenemos por el amor a nuestra patria, a nuestro pueblo, las
tomamos por una profunda convicción de lucha y compromiso por Venezuela. Cada
quien tendrá su razón para luchar, cada quien tendrá esa razón que lo moviliza,
pero sea la razón que sea, esta es la época para decir ¡basta! Basta de tanta
desidia, basta de tanta persecución, no podemos acostumbrarnos a vivir en una
Venezuela que se carcome…”
Ese
es el verdadero Juan Requesens, el que debemos tener presente en estas horas
menguadas, el que nos dará ánimo para seguir adelante, el entonces estudiante
que en su momento dio la cara por la universidad, tarea continuada ahora por su
hermana Rafaela; el político que acompañó a los jóvenes en sus luchas; el
diputado de apenas 29 años que ahora dedica su vida generosamente a la defensa
de ese pueblo que depositó en él sus esperanzas de reivindicación.
Tú,
Juan, los innumerables presos políticos del régimen, los defensores de derechos
humanos y civiles que sería largo enumerar, el sufrido pueblo que lucha
decorosamente por su sobrevivencia, representan la decencia que se perfila en
esa Venezuela mejor que nos está esperando. Estamos llamados a no desfallecer.
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