Esta no tan velada intención de cercenar la libertad de cátedra y la autonomía universitaria, consagradas en el Art. 109 de la Constitución, a partir de una declaración presidencial en favor de la imposición de carreras o eliminación de otras por vía ejecutiva.
Opinión / Jueves 19 de julio de 2018
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS
¿QUIÉN DECIDE LA IMPORTANCIA DE LAS CARRERAS UNIVERSITARIAS?
Para
sorpresa de muchos, hoy Matemáticas es una de las carreras universitarias con
más demanda en países como España. ¿Por
qué? Resulta que los profesionales de una materia tan abstracta que pareciera
solo servir para el regocijo individual, aportan soluciones sin par en un mundo
como el actual, dominado por la tecnología, por el saber, por las montañas de
datos numéricos que genera cualquier investigación, la digitalización y los
algoritmos. Y además, porque proporcionan pensamiento lógico al desarrollo de
una idea o a la resolución de un problema.
Los matemáticos están en todas partes: en
los equipos científicos que estudian el cáncer o desarrollan órganos artificiales;
en el diseño de algoritmos para el control de las rutas y horarios de
transporte público, o en el de modelos predictivos de riesgos para bancos y
compañías aseguradoras, o en aplicaciones para celulares; en el análisis de
patrones de compra de clientes para orientar campañas de marketing; en el
manejo de estadísticas para modelos de encuestas; en la encriptación de las
claves bancarias que usamos a diario.
La
ciencia y la tecnología (CyT) también se encuentran en lugares tan impensables
como el manejo de las relaciones internacionales. Ya no bastan una dilatada cultura
humanística y la competencia en idiomas, indispensables para un servicio
exterior de calidad en un país que se precie de desarrollado en el mundo
globalizado de hoy. Hoy las CyT juegan un papel muy importante en temas articulados
a las relaciones entre países, desde desarrollo económico -tan ligado a los
avances tecnológicos- hasta respuesta a organizaciones hostiles que pudieran
usar avances científicos para fines malignos. De tal forma, la cooperación
internacional en CyT en temas como energía,
cambio climático, epidemias, educación, investigación, se ha convertido en
elemento primordial en las políticas exteriores de los países desarrollados.
Podría mencionar
cientos de ejemplos como estos que revelan el papel preponderante y a veces
insospechado de las CyT en el mundo moderno y la relevancia de las
universidades en la formación de especialistas en materias que a simple vista
pudieran parecer irrelevantes a quien no esté preparado para evaluarlas, mucho
menos para darles el mérito que les corresponde en los graves asuntos de Estado,
tan vinculados al devenir del conocimiento en el siglo XXI.
Los
ejemplos mencionados vienen a cuento por las recientes declaraciones del
presidente de la República quien esta semana ha insistido en que “todas las
universidades nacionales deben estar conectadas con el plan de la patria 2025. No
puede haber universidades graduando en carreras que no tengan nada que ver con
el desarrollo económico, industrial, agroindustrial, agrícola, del sector
salud, entre otros”.
Con la
neolengua disparatada y cansona a la que nos tienen acostumbrados, en el
mencionado plan de la patria 2025, publicado en enero de 2018, se dispone el
uso de “tecnología, ciencia e innovación de
calidad, pertinente y revolucionaria para la descolonización y
desarrollo del plan de la patria…“, y se insiste en la “ciencia para la
producción de alimentos y el desarrollo integral liberador de la sociedad, una
vez llegado el momento de ruptura, de salto cualitativo, luego de 18 años que
han servido de base para una nueva sociedad. No somos el ejercicio de una gestión de gobierno. Somos un proceso revolucionario”,
dicen en su proclama. A confesión de
parte, relevo de pruebas.
A la
hora de la verdad, tanto palabrear se traduce en hostigamiento a todo el que
adverse al régimen. Las universidades son blanco favorito del acoso: autoridades
y miembros de la comunidad universitaria sometidos a procedimientos transgresores
de la ley a través de organismos represivos, violatorios de los derechos
humanos; presiones financieras para acallar sus voces libertarias; saqueos a
las instituciones para inutilizarlas; y ahora esta no tan velada intención de
cercenar la libertad de cátedra y la autonomía universitaria, consagradas en el
Art. 109 de la Constitución, a partir de una declaración presidencial en favor
de la imposición de carreras o eliminación de otras por vía ejecutiva.
Habrá
que invocar nuevamente a Unamuno desde su cátedra salmantina: “No puede
convencer el odio a la inteligencia, que es crítica, diferenciadora e
inquisitiva”.
TUITEANDO
Invito
a leer mi discurso de orden en el acto de imposición de medallas a los graduandos de
la de la primera promoción 2018 de la Facultad de Ciencias UCV, “Sexagésimo
Aniversario de la Facultad de Ciencias”.
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