El hombre que amaba los perros, vibrante novela del cubano Leonardo Padura (TusQuets Editores, 2009), nos sitúa ante un escenario de conflictos: Trotski, Stalin, la revolución rusa, la guerra civil española y la vida en la Cuba castrista. En medio de esa vorágine, los dilemas íntimos de los personajes nos cautivan más allá de los horrores de las guerras en los cuales se debaten.
Tal Cual
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA SAN BLAS
DE PERROS Y OTRAS HISTORIAS
El hombre que amaba los perros, vibrante novela del cubano Leonardo Padura (TusQuets Editores, 2009), nos sitúa ante un escenario de conflictos: Trotski, Stalin, la revolución rusa, la guerra civil española y la vida en la Cuba castrista. En medio de esa vorágine, los dilemas íntimos de los personajes nos cautivan más allá de los horrores de las guerras en los cuales se debaten.
El hombre que amaba los perros, vibrante novela del cubano Leonardo Padura (TusQuets Editores, 2009), nos sitúa ante un escenario de conflictos: Trotski, Stalin, la revolución rusa, la guerra civil española y la vida en la Cuba castrista. En medio de esa vorágine, los dilemas íntimos de los personajes nos cautivan más allá de los horrores de las guerras en los cuales se debaten.
Liev Trotski, al inicio de la revolución rusa un personaje poderoso, inescrupuloso dueño de vidas y haciendas bajo el argumento de que miles de ellas "pueden y deben ser devoradas si el torbellino social así lo reclama para alcanzar los fines transformadores de la revolución"; Trotski, años más tarde, perseguido por sus antiguos camaradas por considerar que la revolución había sido prostituida. La vida vista y sufrida a ambos lados del espejo: el poder contra otros, el poder contra mí.
Antes, en papel de victimario, represión y asesinatos como herramientas para la instalación de un pretendido mundo mejor, como si el odio pudiese ser vehículo para la auténtica transformación de la sociedad, como si los resentimientos sirvieran para asentar al mítico hombre nuevo; luego, como víctima, más represiones y asesinatos, conducidos por ese "hombre nuevo" de la primera etapa y reprobados ahora por quien los provocó sin límites cuando el poder estuvo en sus manos.
El miedo como principal ejecutor de las traiciones que se suceden no es otra cosa que la capitulación ante el poder absoluto de los regímenes totalitarios, miedo a vivir, miedo a hablar, miedo a la muerte violenta porque a los "semiperdonados" no les cabe otro destino. Obsecuencia como dudoso pasaporte de sobrevivencia para sí y los suyos. Y el odio, "una enfermedad incurable", como motor de tanta miseria.
Al mismo tiempo, Ramón Mercader, asesino de Trotski por órdenes de Stalin, militante republicano en la guerra española, transita el mismo camino de muerte y desolación, dentro de un bando desgarrado por sus luchas intestinas que sólo favorecen a la camarilla franquista. Personajes que debían estar unidos contra el adversario común se despachan a su antojo, sin medir las consecuencias de su irresponsabilidad, confundidos en una marea sangrienta que se devora a sí misma y abre camino al establecimiento de una larga dictadura.
Complicidades posteriores ocultan al personaje, que reaparece más tarde en esa sufrida Cuba castrista, atada a un soviet que para entonces va en camino de derribar lo construido a punta de terror y sangre.
¿Y los perros? Como elementos comunes a estos personajes, la fascinación por la muerte y el amor por los perros. Maya, Churro, Ix, Dax y Azteca surgen como símbolos amorosos de seres atormentados, indolentes a cualquier sufrimiento humano que no sea el propio. La arrogancia del poder a cambio de la soledad y el extrañamiento.
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