Nunca olvidemos que el adversario está enfrente, no a los lados. No basta con vociferar la necesidad imperiosa e ineludible de una sólida unidad interna; de hecho, hay que marginar cualquier aspiración diferente a la de conseguir en unión la victoria por vía pacífica y democrática.
Opinión / Jueves 02 de febrero de 2017
http://www.talcualdigital.com/
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA SAN BLAS
¿DÉFICIT DE DEMOCRACIA?
Dice Piedad Bonnett que los usos “políticamente correctos” se han convertido en “un movimiento tiránico que bordea el absurdo y da pie a burlas, en aras de un lenguaje impersonal y desinfectado que carece de fuerza comunicativa y capacidad de singularizar”.
Recuerdo
este comentario de la destacada escritora colombiana cuando escucho a políticos
y opinadores de la oposición decir que Venezuela sufre de “déficit de
democracia”. ¡Vaya eufemismo! Es como si nuestra realidad cambiara por llamar
“privados de libertad” a los presos políticos, como si las libertades de
expresión, prensa o pensamiento pudiesen ser mutilados a criterio del régimen, o
se suprimiera a capricho el derecho al voto, o desde el poder ejecutivo se
contravinieran las ejecutorias de algún otro poder, todas ellas acciones
violatorias de la Constitución, sin que hubiese consecuencias. Y aún así
persistiéramos en llamar “déficit de democracia” al producto de un gobierno
así, que no es otra cosa que una dictadura de nuevo cuño siglo XXI, según
cualquier definición que queramos aplicar.
Viene
en nuestro auxilio el reciente
informe 2017 de Freedom House (La Casa de la Libertad), una organización
independiente, creada hace más de 70 años con el objetivo de registrar la
expansión de la libertad y la democracia en el mundo, mientras aboga por el fortalecimiento
de los derechos civiles y humanos y promueve el cambio democrático. En su
edición 2017, el mapamundi que cubre la portada muestra a los países del
planeta en tres diferentes colores, según la característica del país, derivada
del análisis de diversos parámetros: libre, parcialmente libre y no libre. Es
entonces cuando vemos destacado en el mapa un solitario manchón morado en
nuestro continente: Venezuela, señalando a nuestra tierra como único país de América
en la categoría de “no libre”, junto con Cuba.
Un
capítulo especial, titulado “La falsa promesa del hombre fuerte”, nos presenta tres
ejemplos: Egipto, Etiopía… y Venezuela. De este último no dice nada que no
sepamos los dolientes de esta tragedia que vivimos a diario. Pero la apreciación externa de un organismo
independiente nos resulta dolorosa. En sus páginas desfila el colapso económico
y político en manos de una combinación de hombre fuerte (el término incluye
grupos de poder) y pésima gestión administrativa: la corrupción, la inflación
más alta del mundo, la escasez crónica, la desnutrición. Y el control del
régimen sobre los tribunales, con el cual despojó de todo poder significativo a
la Asamblea Nacional y bloqueó un referendo revocatorio, “que hubiera podido
conducir a un cambio ordenado de liderazgo”.
¿Cambio
ordenado de liderazgo? Ya todos sabemos lo que pasó en los meses finales de
2016. Los dirigentes de una oposición abrumadoramente mayoritaria (en octubre
pasado más de 80% y ahora en 95,1% según la encuestadora Datanálisis),
entregaron ese inmenso capital político a cambio de nada, con la única visible
consecuencia de la radicalización del régimen, del hombre fuerte, y el
desencanto en las filas opositoras.
Mucho
hemos hablado desde entonces de los errores de nuestra dirigencia en la
conducción de ese proceso, por lo que quiero creer que hay en curso un proceso
de revisión y revaloración de la MUD para hacer frente a los nuevos desafíos,
cada vez mayores. Nunca olvidemos que el adversario está enfrente, no a los
lados. No basta con vociferar la necesidad imperiosa e ineludible de una sólida
unidad interna; de hecho, hay que marginar cualquier aspiración diferente a la
de conseguir en unión la victoria por vía pacífica y democrática.
Es
indispensable que una recompuesta unidad política de la MUD se abra a recibir
las contribuciones de la sociedad civil, de los expertos en temas vitales para
la nación con quienes se puede y debe plantear un proyecto de país, del cual ya
hay mucho escrito en estos años; un movimiento con visión de futuro que exalte
los valores de la civilidad en la construcción de un país decente, de trabajo
honesto, de esfuerzo digno y meritorio.
Decía
Winston Churchill que el político se convierte en estadista cuando comienza a
pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. ¿Será
mucho pedir que nuestros líderes o algunos de ellos crezcan como estadistas
para reforzar a la MUD en un frente común que nos renueve el entusiasmo que
hace pocos meses nos hizo soñar con un mundo mejor para todos los venezolanos?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario