Facundo Cabral

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jueves, 30 de mayo de 2013

Lavoisier y las revoluciones de allá y acá

«La república no necesita ni científicos ni químicos; no se puede detener la acción de la justicia»

Retrato del padre de la química moderna, Antoine Laurent Lavoisier y su esposa,
la químico Marie-Ann Pierrette Paulze
Jacques-Louis David (1748-1825)
 



Tal Cual

Política / Jueves 30 de mayo de 2013 / p.6



AL COMPÁS DE LA CIENCIA

GIOCONDA SAN BLAS

LAVOISIER Y LAS REVOLUCIONES DE ALLÁ Y ACÁ
«La república no necesita ni científicos ni químicos; no se puede detener la acción de la justicia». En el Reinado del Terror de Maximilien Robespierre y su Comité de Salvación Pública, producto deformado de los inspirados principios de la Revolución Francesa, la frase de marras fue dicha en 1794 por uno de tantos jueces que de manera sumaria, usó la justicia como instrumento de subordinación hacia los de arriba y arma personal para el cobro de antiguos rencores contra los de abajo.

La víctima: Antoine Lavoisier, el hombre que en 1785 hizo posible el nacimiento de la química moderna, a través de una revolución científica que tuvo como centro la ley de conservación de la materia o ley de Lavoisier: «En una reacción química ordinaria la masa permanece constante, es decir, la masa consumida de los reactivos es igual a la masa obtenida de los productos». La acusación: atentar contra la salud pública en el ejercicio de su cargo como recaudador de impuestos y proponente de reformas en el sistema monetario y tributario francés.

Lavoisier fue guillotinado el 8 de mayo de 1794, a sus 50 años, con el silencio de muchos colegas que contribuyeron así a legitimar su ejecución. Una excepción, el matemático Joseph Louis Lagrange quien trató infructuosamente de defenderlo, dijo al día siguiente: «Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le compare».

Ironías de la historia, dos meses más tarde, el 28 de julio, el propio Robespierre fue guillotinado como producto del escenario por él desencadenado. Tras su muerte, el desmantelamiento del “eterno” régimen del Terror no se hizo esperar, estableciéndose en su lugar el Directorio, de carácter menos radical.

Con las debidas proporciones, esta historia tiene su correlato entre nosotros. El comité cívico-militar; el menosprecio por la ciencia y los científicos, por la universidad y los universitarios; la justicia manipulada para fines aviesos, como herramienta de espanto y sumisión; el silencio de muchos y la obsecuencia de otros. 

Por otra parte, la caducidad de los regímenes eternos; las volteretas de los prosélitos; las cabezas de los prepotentes de hoy que caen por hojillas, vampiros o alacranes; la desaparición de los jefes. Y al final, la disolución del régimen del terror, por fuerza de nuevas mayorías renuentes a tanta violencia, que aspiran a una mayor civilidad, en instituciones más sensatas y armónicas.

Ya sabemos, porque las historias pasadas y recientes así lo indican, cómo los ideales revolucionarios de “libertad, igualdad y fraternidad” pueden ser prostituidos por quienes, una vez en el poder, aspiran a instalarse hasta el fin de los siglos por todos los medios a su alcance. Afortunadamente para nosotros, su eternidad es siempre más breve que la ambición de perpetuidad.


También en www.analitica.com/va/sociedad/articulos/4690914.asp

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