Facundo Cabral

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viernes, 1 de febrero de 2013

Miseria humana

La miseria humana como política de estado, eso es lo que estamos viviendo.
 
 
GIOCONDA SAN BLAS

MISERIA HUMANA

 




La rabia nos invade. En este mundo al revés que vivimos, los violadores de derechos humanos de la ciudadanía, de los presos, de todos, invocan esos mismos derechos para justificar su inclemencia en torno al pedido de medidas humanitarias a favor de Iván Simonovis. Mientras asesinos documentados fotográficamente en abril de 2002 andan sueltos y apoyados por el régimen, Simonovis ha sido señalado como instigador de todo lo malo de esos días funestos, sin que las pruebas de ello aparezcan por ninguna parte ni se sostengan en tribunales.
¿Defensa de DDHH por este régimen a quien le queda grande hablar de ellos? ¿Dónde están esos derechos cuando hablamos de una persona recluida en sitio inapropiado, sin posibilidades de tomar sol, sin las garantías materiales y judiciales que cualquier preso debe tener según las normas internacionales al respecto, un hombre de 58 años con un esqueleto de 85, como declaran los médicos que lo han auscultado? El régimen, cada día más dictatorial, más ahora que lleva adelante un gobierno de facto desde el pasado 10 de enero, dispone de la tortura como método para doblegar, intimidar, mantener al preso político y a todos nosotros con él, en permanente silencio. Pero no es la tortura de los rines o grillos de las dictaduras del siglo XX, llegadas al poder por visibles golpes de estado militares. Es esa tortura pausada, sutil si se quiere, que como gota china, lentamente va matando sin parecerlo.

Así Franklin Brito, así Iván Simonovis son víctimas de ese nuevo estilo, en consonancia con un régimen que mantiene un mínimo de ciertas formas “democráticas” como el voto, para tapar con una hoja de parra sus impudicias dictatoriales. “Democracia” de forma pero no de ejecución. Y con eso, los gobiernos alcahuetes y los organismos internacionales lavan sus manos para no ver lo evidente, porque la “ley”, aunque espuria, vale para justificar las tropelías. Y sobre todo, la chequera activa para comprar conciencias de quienes disponen de foros internacionales para pontificar sobre DDHH, bajo el principio de “haz como yo digo, pero no como yo hago”, mientras se abrazan con los mismos que violan los principios que ellos proclaman de la boca para afuera.

“ Nunca olvidemos que todo lo que hizo Hitler fue 'legal' ”. Así gritaba Martin Luther King la terrible realidad nazi que cuidando las formas, aprobaba leyes a todas luces violatorias de todo derecho, para luego ejecutarlas bajo la presunción de legalidad con que se amparaban. Es ésa la misma técnica que ahora empleó el TSJ para vestir con ropaje “legal” el asalto al poder del 10E, para justificar la disolución del estado de derecho en nuestro país. Llegados a este punto nos preguntamos si aceptar los hechos del 10E porque así lo dictaminó "legalmente" el TSJ, no es plegarse a la aceptación de un golpe de estado a la constitución, bajo el método hitleriano tan bien descrito por King.
Un vicepresidente a dedo, actuando de hecho como presidente encargado a nombre del presidente electo/de permiso, sustituye justicia por venganza cuando a nombre de su representante acusa de asesino a un comisario que cumplió con su deber en aquellos aciagos días, olvidando que su superior carga sobre sus hombros cientos de muertos del 4 de febrero de 1992 y que a pesar de sus delitos contra la constitución, logró el sobreseimiento de su causa, por mano de la connivencia del presidente Caldera y la solicitud de perdón que buena parte de la sociedad hiciera en su momento, obnubilada una vez más por un caudillo estilo siglo XIX, sin que valiera el reclamo de los familiares de tantas víctimas inocentes. Tal vez porque ellos saben de traiciones a la patria es por lo que piensan que liberar a presos políticos es socavar sus propias murallas. Cada ladrón juzga por su condición.
La miseria humana como política de estado, eso es lo que estamos viviendo. De nada valió la conmovedora carta de Ivana, la joven hija de Simonovis, quien a sus 15 años implora por tener de vuelta a su padre antes de que éste quede reducido a una silla de rueda o peor aún (aunque ella no lo dice), antes de que el régimen lo lleve al mismo destino de Brito.
¿Habrá alguna vez piedad, algún gesto humano digno de ser recordado cuando la justicia llegue algún día? Ha llegado en Argentina, en Brasil, en Guatemala, tarde pero ha llegado. ¿Por qué no habría de llegar a Venezuela? Puede ser que yo no lo vea aunque lo quisiera, pero sí lo harán mis hijos y nietos, por quienes llevamos adelante estas protestas.
San Antonio de los Altos, 31 de enero de 2013

También en: www.analitica.com/va/politica/opinion/5076122.asp









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