Facundo Cabral

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sábado, 2 de diciembre de 2017

De Eva a Alicia: la transgresión como arma femenina hacia el saber, la igualdad, la libertad y la democracia

DISCURSO DE ORDEN
Sesión inaugural de la 67ª Convención Anual de la
Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (AsoVAC)

Dedicado especialmente a las chiquillas de mi familia: Isabella, Irene y Lara, y a las mayores: Estefanía y Verónica, para que aprecien la igualdad de género de la que disfrutan, producto no de concesión graciosa sino de las luchas incansables de las mujeres que nos precedieron a lo largo de los siglos para acabar con la discriminación de género. También a los pequeñitos:  Oliver, Sebastián, Felipe, Nicolás y Gael, así como los espigados Simón Andrés y Juan Diego, para que crezcan en armonía con la otra mitad de la especie humana.
En fin, para todos los hombres y mujeres que compartimos en plan de igualdad la ciencia, los ideales, la vida.


DE EVA A ALICIA:
LA TRANSGRESIÓN COMO ARMA FEMENINA 
HACIA EL SABER, LA IGUALDAD, LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA

DISCURSO DE ORDEN
Sesión inaugural de la 67ª Convención Anual de la
Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (AsoVAC)
Universidad Metropolitana, Auditorio Manoa
Caracas, 29 de noviembre de 2017

Gioconda Cunto de San Blas,
Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales


1.- El principio de los tiempos

“…Y ordenó Dios a Adán: De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento no comerás… Eva comió e invitó a Adán a hacerlo. Y fueron abiertos los ojos de ambos para alcanzar la sabiduría”.


Este mito, contado en el Génesis, primer libro del Pentateuco en la tradición cristiana, o Bereshith en la Torá judía, es tal vez el primer registro de transgresión femenina, una hermosa alegoría sobre los obstáculos contra los cuales la especie humana ha tenido que rebelarse en la búsqueda del conocimiento de sí mismo y de su entorno, para “ser como dioses” y expulsados del paraíso. A cambio del destierro, la posibilidad intelectualmente superior de alcanzar la sabiduría por esfuerzo propio.

Ese relato milenario que tiene a la mujer como protagonista principal en el ascenso intelectual del ser humano a través de la transgresión a una norma divina, me resulta más grato que el más tardío equivalente griego. Me refiero al mito de Prometeo, ese héroe solitario que arriesgando su vida día a día, roba a los dioses el fuego divino y lo regala a los hombres para abrirles paso al progreso, a la tecnología, a la ciencia entendida como conocimiento en cualquier rama humanística o experimental (acepción amplia que aquí usaremos al referirnos a la ciencia).


En ambos casos, destaca el gesto de rebeldía transgresora requerido para que la especie humana comenzara su ascenso intelectual por encima de los demás seres vivos y se haya abierto camino en el dominio de la naturaleza. Es que cada peldaño en ese ascenso ha tenido que ser construido tumbando barreras, acabando con prejuicios, luchando por asir y ejercer la libertad de pensamiento y de expresión, el persistente quehacer científico, para hacer posible el avance intelectual a partir del libre contraste de las ideas. Un intelecto que también tiene su correlato griego en una figura femenina: Atenea, diosa de la sabiduría, del conocimiento, surgida directamente de la cabeza de Zeus.


Se me ha pedido abordar el tema del ascenso de la mujer hasta su moderno papel como científica, como profesional, en democracia. Para llegar a ese estadio, la mujer tuvo previamente que recorrer el sendero de su reivindicación como individuo, el ejercicio de su libertad personal, para solo entonces multiplicarla en los demás en forma de democracia social. Trataremos de hacerlo apretadamente en estos minutos que la directiva de la AsoVAC me ha honrado en conceder como oradora de orden, agradeciendo la distinción. En este tránsito que he titulado: “De Eva a Alicia: la transgresión como arma femenina hacia el saber, la igualdad, la libertad y la democracia”, debo hacer saltos de siglos y circunscribirme a una visión eurocéntrica, occidental, dada las limitaciones de tiempo a disposición. La intención, en todo caso, es presentar una panorámica sucinta de las luchas femeninas por abrirse camino en una sociedad originariamente misógina, a punta de forzar a los hombres a compartir un espacio que a ellos se les otorgó exclusiva y gratuitamente a lo largo de los siglos.


2.- Algo de  historia

En el siglo VI a.C. encontramos a Theano de Crotona, la primera mujer de quien se tienen vagos indicios de ser una matemática ilustre. Casada con Pitágoras, quien le aventajaba mucho en edad, se le atribuyen aportes a la teoría de números y un teorema sobre la proporción áurea, esa constante, ese número irracional igual a 1,618034..., como relación o proporción entre dos segmentos, que aparece frecuentemente en la naturaleza y que otorga un carácter estético a los objetos cuyas medidas la guardan.



Mucho más tarde, a comienzos del siglo V d.C., nos encontramos con Hipatia, cabeza visible de la Escuela Neoplatónica de Alejandría. Escribió sobre geometría, álgebra y astronomía, 13 volúmenes de Comentarios al álgebra de Diofanto y el Canon Astronómico, mejoró el diseño de los primitivos astrolabios -instrumentos para determinar las posiciones de las estrellas sobre la bóveda celeste- e inventó un densímetro. Mantuvo a lo largo de su vida la tesis heliocéntrica, que luego en el siglo XV cristalizó con Copérnico y en el XVI con Galileo.



En esta historia que queremos tejer esta tarde sobre las mujeres y sus luchas por el saber y la democracia, resalta la figura de Hipatia como tal vez la primera mujer científica víctima del fanatismo retrógrado. Su pensamiento liberal, su tolerancia a todas las religiones siendo ella misma pagana, su erudición y su prestigio social chocaron contra el sectarismo religioso en el momento de imposición del catolicismo teodosiano como nueva religión del Estado romano. Fue así que en el año 415 una turba de cristianos exaltados la mató con extrema crueldad, marcando el ocaso de la cultura pagana en el mundo antiguo. La barbarie y la ignorancia se impusieron por la fuerza y se seguirían imponiendo en el correr de los tiempos a la razón, a la ciencia, a la sabiduría.

Las mujeres en la Edad Media fueron restringidas a sus roles tradicionales en la familia y la iglesia. Sería necesaria la aparición de la mujer transgresora, aquella capaz de abrirse paso entre la maraña de tabúes y preconceptos en contra de la mujer, al costo personal y social que suelen cargar las transgresiones. 


En el siglo XI, Trotula de Salerno se atrevió a penetrar el mundo masculino de la medicina de entonces, convirtiéndose en experta en ginecología y obstetricia, aplicando métodos novedosos y escribiendo tratados sobre el tema. Su convicción de que el hombre, al igual que la mujer, sería responsable por la infertilidad de una pareja y su decisión de usar opiáceos para aliviar los dolores del parto la enfrentaron con la iglesia por su transgresión al mito de la responsabilidad única de la mujer en la reproducción humana y su desafío al dictum bíblico de “parirás con dolor”.


A raíz de un texto anónimo misógino, a principios del siglo XV surge una controversia que ha sido llamada por la historia “la querella de las mujeres”, un debate que perduró por siglos, hasta bien entrado el XIX. El centro del debate fue la misógina denigración de la capacidad intelectual de la mujer, su derecho al ingreso en la universidad y al ejercicio de derechos civiles, su supuesta condición inferior frente al hombre. La primera mujer que interviene en este debate de manera pública es la escritora italiana afincada en Francia Christine de Pizan quien en 1405 escribe “La ciudad de las damas”. Podría decirse que fue la primera mujer en Europa en ganarse la vida como escritora, y se la considera como una de las primeras feministas, defensora de los derechos de las mujeres, de su capacidad intelectual equiparable, bajo su lema: “la mente no tiene sexo”.



Isota Nogarola, también en el siglo XV, es otra de las pocas mujeres que entonces osaron pensar en público, rompiendo así con la tradición de la mujer silenciosa, a quien se asociaba con los valores de castidad, decoro y obediencia que debían adornar a la mujer de entonces. Su profunda e inteligente labor intelectual empezó pronto a ser conocida, que no reconocida, gracias a la relación epistolar que mantuvo con otros eruditos. Pero su prestigio y fama ganadas por su inteligencia generó celos y envidias de una sociedad hostil a la creatividad femenina. La transgresión de Isota en defensa de la intelectualidad de la mujer en paridad con la del hombre fue pagada con el ostracismo social, tejido alrededor de supuestos cargos de incesto con su hermano.



En los siglos XVII y XVIII fue frecuente ver mujeres astrónomas que hicieron grandes registros de cuerpos estelares que por lo general, fueron adjudicados a los hombres que dirigían las instituciones en las cuales ellas trabajaban. En Alemania representaron el 14% del total de científicos en astronomía. Figuras como Sofía Brahe, hermana de Tycho, en Dinamarca, o María Winkelmann Kirch en Alemania, esposa del astrónomo Gottfried Kirch, son apenas un par de ellas. 



Margaret Cavendish, la primera mujer a quien permitieron visitar una vez la Royal Society en Londres en mayo de 1667, en reconocimiento a sus contribuciones a la filosofía natural, nunca fue nombrada miembro de ella. Hubo que esperar 278 años hasta 1945 para que finalmente las primeras mujeres fuesen aceptadas como Fellows de la Royal Society, previa emisión de un edicto real que lo permitiese, distinción que recayó en la cristalógrafa Kathleen Lonsdale y la bioquímica y microbióloga Marjory Stephenson.



En el siglo XVIII, en particular, surgió un movimiento cultural e intelectual europeo, conocido como la Ilustración, en razón de su declarada finalidad de disipar las tinieblas de la ignorancia mediante las luces del conocimiento y la razón. Pero también en esa época, los señores ilustrados pensaban que el camino hacia el conocimiento era un asunto del hombre, en su sentido más literal. Tanto Jean-Jacques Rousseau como Immanuel Kant consideraban que las mujeres, al igual que los niños, estaban excluidas «por naturaleza» del derecho de ciudadanía. No obstante, las mujeres abrieron un boquete al muro de la segregación y algunas de ellas se colaron: María Gaetana Agnesi y su libro sobre cálculo diferencial; Mary Wortley Montagu y la inoculación como profilaxis contra la viruela; Marie-Anne Pierrette Paulze, esposa y colaboradora profesional de Lavoisier; Caroline Herschel, astrónoma y autora de un índice que incluía más de quinientas estrellas desconocidas hasta entonces.




Es a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando se observa un crecimiento importante en las oportunidades de educación para las mujeres, en un reconocimiento parcial de su igualdad ante los hombres. Se fundaron universidades europeas y americanas para mujeres, destacándose Elizabeth Garrett Anderson y Elizabeth Blackwell, como las primeras mujeres en obtener títulos médicos en Inglaterra y Estados Unidos, respectivamente.



Una vez abierto el camino para la preparación intelectual de la mujer, la mesa estuvo servida para aspirar a la igualdad de géneros, a expresarse a viva voz sobre los asuntos públicos, a  la exigencia de ser tomada en cuenta a la hora de las decisiones. Tumbando bloques de la pared segregacionista, ellas nos han facilitado el camino a quienes llegamos más tarde.

En pleno siglo XX, la historiografía de la ciencia recoge una y otra vez los relatos de mujeres científicas menospreciadas por sus colegas varones bajo el único expediente de su sexo. Lo ilustraré con tres casos paradigmáticos. El primero se refiere a Rosalind Franklin, cristalógrafa de primera línea en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, en los años de la postguerra. Sus extraordinarias y exclusivas fotografías de rayos X de altísima calidad que revelaban el patrón cruciforme de una molécula helicoidal de DNA, el material genético de todos los seres vivos, fueron usadas sin su autorización y menos aún, reconocimiento, por James Watson y Francis Crick, quienes con esa información clave más otras recabadas de fuentes propias, publicaron en 1953 la estructura del DNA que hoy nos resulta tan familiar. A la larga, su admisión de que habían violado los códigos éticos científicos al usar datos de Rosalind Franklin sin su conocimiento, autorización o reconocimiento alguno, empañó los indudables logros de Watson y Crick.



El segundo caso se refiere a Marie Sklodowska Curie, la única mujer dentro de las cuatro personas hasta ahora galardonadas dos veces con un premio Nobel. La primera ocasión, en Física, 1903, con su esposo Pierre Curie (sin duda, un hombre adelantado a su época en cuanto a liberación femenina); la segunda, ya viuda, en Química, 1911, un galardón esta vez en solitario, ambos por sus trabajos sobre radioactividad. A pesar de estas formidables credenciales, la Academia Francesa de Ciencias se permitió -con razones baladíes- rechazar su postulación a ser incorporada como miembro de esa corporación. Las razones baladíes se referían a ecos de la ya comentada condena social sufrida por Isota Nogarola cuatro siglos antes: una supuesta relación sentimental adúltera de la viuda Marie con su colega Paul Langevin, que sería juzgada severamente por los señores académicos franceses de cuyas rectitudes conyugales nadie dio garantías.  



Como si fuera poco, la Academia Francesa rechazó repetidas veces la solicitud de incorporación de la hija mayor de Pierre y Marie Curie, Irène Joliot-Curie, también ganadora del Premio Nobel en Química, 1935, en conjunto con su esposo Frédéric Joliot. Fue apenas en 1979 cuando la Academia Francesa de Ciencias finalmente rompió su tradición machista de dos siglos y medio al incorporar a Yvonne Choquet-Bruhat, una científica internacionalmente reconocida cuyo trabajo se ubica en la frontera entre la matemática y la física.



Irène también fue excluida de la Sociedad Americana de Química y destituida de la secretaría de estado para la investigación científica del gobierno francés, en razón de sus simpatías y las de su esposo por el partido comunista francés.

Otro ejemplo notable de discriminación contra la mujer por parte del Comité Nobel es el de Lise Meitner. Nacida en Viena, obtuvo su doctorado en 1906 y partió para Berlín a trabajar con Otto Hahn, a quien unió una colaboración de más de 30 años. Al comenzar la segunda guerra mundial, Meitner huyó a Suecia, aunque continuó su colaboración con Hahn en fisión nuclear. En enero de 1939 éste publicó sus resultados, complementados el mes siguiente por Meitner y su sobrino Otto Frisch, en el cual se explicaba la física detrás de las observaciones de Hahn. A pesar de ser un trabajo conjunto a lo largo de tantos años en los cuales Hahn aportó conocimientos químicos y Meiter los indispensables datos físicos para la explicación de los fenómenos observados, solo Hahn recibió el premio Nobel 1944 por sus trabajos en fisión nuclear, desconociéndose los cruciales aportes de Lisa en el campo. En 1966 le fue otorgado el premio Enrico Fermi en conjunto con Hahn y Fritz Strassman. En 1997, un artículo publicado en Physics Today concluyó que la omisión de Meitner en el Nobel fue “una instancia en la que opiniones personales negativas condujeron a la exclusión de una científica muy merecedora de la distinción”. El elemento 109 fue nombrado en su honor: Meitnerium.


El icónico Premio Nobel, esa distinción que se ha convertido en el máximo reconocimiento al avance del saber en ramas científicas y humanísticas, ha sido entregado a 896 laureados y 27 organizaciones desde el año inicial de 1901. De ellos, solo 48 mujeres (5%) han sido honradas con el premio, una de ellas dos veces, Marie Sklodowska Curie, como ya mencionamos. Lamentablemente, ese sesgo hacia lo masculino a la hora de distinguir trayectorias científicas no es exclusiva del Nobel y se repite sin cesar, ya entrado el siglo XXI.

En nuestro patio, el Premio Lorenzo Mendoza Fleury de la Fundación Empresas Polar, mejor conocido como Premio Polar, es un prestigioso galardón que de hecho, ha superado en renombre al Premio Nacional de Ciencias que otorga el estado venezolano. El Premio Polar se otorga en química, física, biología o matemáticas a investigadores venezolanos que al momento de su concesión han hecho su labor en el país; se anuncia en años impares desde 1983 y consta de cinco galardones en cada edición. Hasta ahora han sido distinguidos 85 científicos, de los cuales 12 (13%) han sido mujeres.

Bien ha dicho Stanley Falkow, distinguido profesor de Biología Molecular en la Universidad de Stanford: “Los historiadores harán bien en revisar la ciencia de mediados del siglo XX, momento de grandes aportes, pero también de enormes discriminaciones”. Del siglo XX y del XXI, completaría yo...


3.- La mujer en la acción política

El ascenso de la mujer en la política fue consecuencia de los avances en su visibilidad y en su decisión de abrirse paso.  Ya en el siglo XVIII había aparecido la mujer transgresora en la figura de Olympe de Gouges, quien se dedicaba a una carrera intelectual en los salones literarios parisinos. En 1791 publica la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”, como respuesta al manifiesto “Derechos del hombre y el ciudadano” redactado en 1789 tras la Revolución Francesa. Su primer artículo reza: “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Reclamaba un trato igualitario hacia las mujeres: derecho al voto y a la propiedad privada, participación en la educación, ejercicio de cargos públicos,  derechos civiles en igualdad y democracia. Esa transgresión, sumada a su posición abolicionista, la paga cara Olympe de Gouges: bajo el cargo de apoyar a los girondinos, fue juzgada sumariamente y murió guillotinada en 1793, bajo el Reinado del Terror de Maximilien Robespierre y su Comité de Salvación Pública.



Unos meses más tarde, caería allí mismo Antoine Lavoisier, el hombre que en 1785 hizo posible el nacimiento de la química moderna. En un juicio sumario basado en un tema de retenciones de impuestos, uno de sus jueces manifestó que «La república no necesita ni científicos ni químicos; no se puede detener la acción de la justicia», mientras que el matemático Joseph Louis Lagrange, amigo personal de Lavoisier, dijo al día siguiente de la ejecución: «Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le compare».

Era llegado el tiempo de la igualdad de las mujeres y los hombres ante el cadalso.

El siglo XX resultó un semillero de movimientos de cambio social en muchos aspectos, nacidos al calor de dos guerras mundiales y una revolución rusa. Los movimientos feministas para acabar con las discriminaciones se fueron diseminando en los países que se abrían al desarrollo científico y tecnológico. Las mujeres fueron acudiendo en masa a las universidades y de allí a ocupar cargos cada vez más importantes.

Los dos casos más notables de mujeres nacidas en el siglo XX, formadas como científicos y luego trasladadas al mundo político son los de Margaret Thatcher y Ángela Merkel, nacidas en 1925 y 1954, respectivamente.

De la primera, la Dama de Hierro, como fue llamada por su manera de conducir el estado, podemos decir que en 1947 se graduó de química en Oxford, con una tesis supervisada por Dorothy Hodgkin, gran cristalógrafa que en 1964 sería la tercera mujer en ganar el premio Nobel en una disciplina científica, luego de Marie e Irène Curie, por la determinación de la estructura de muchas sustancias biológicas mediante los rayos X.



Thatcher ejerció la profesión de químico por varios años, primero en una empresa de plásticos y luego en investigación alimentaria y procesos de saponificación. En las elecciones generales de 1959, Thatcher se convirtió en miembro del Parlamento y a partir de allí se dedicó totalmente a su carrera política, actuando como ministra de Educación y Ciencia en 1970 y luego de las elecciones generales de 1979 como primera ministra del Reino Unido, cargo que ocupó hasta finales de 1990.

En su paso por estos cargos, Thatcher le dio relevancia a la ciencia, a la investigación básica, sobre el argumento de que “los asombrosos desarrollos en biotecnología y microelectrónica han surgido inesperadamente de investigaciones fundamentales en biología molecular y física del estado sólido”, a la vez que invita a “quienes están haciendo investigación fundamental a mantenerse atentos a sus posibles aplicaciones, porque de no ser así, las industrias no nacerían”. Tal vez sean estas las únicas declaraciones en la que yo pueda estar de acuerdo con Margaret Thatcher, en su largo y controversial periplo por la política de su país y del mundo.

La otra mujer científica y poderosa política de este siglo es sin duda, Ángela Merkel, en Alemania. Estudiante de física en la Universidad de Leipzig, se doctoró allí en 1986 con una tesis sobre química cuántica titulada «Influencia de la correlación espacial de la velocidad de reacción bimolecular de reacciones elementales en los medios densos», calificada como sobresaliente. Trabajó en la Academia Alemana de Ciencias hasta que la demolición del muro de Berlín la motivó a una carrera en política. En 1994 fue nombrada ministra de Medio Ambiente y Seguridad Nuclear. Es Canciller de Alemania desde 2005, habiendo sido electa en sucesivas oportunidades. Su interés por la ciencia se mantiene. 



En reciente visita a Argentina se refirió al cambio climático para insistir en la necesidad de “Limitar el calentamiento a dos grados requiere una reducción drástica de gases de efecto invernadero. Todos los países deben contribuir a eso… Después de la decisión de Estados Unidos (de abandonar el Acuerdo de Paris), este tema es más importante que nunca. Los escépticos del cambio climático deben aprenden que reducir el calentamiento lleva a una economía más eficiente”. Durante su mandato, la ciencia alemana ha florecido en los últimos años y sus miembros lo atribuyen a la gestión de Merkel, que según la revista Nature, ha mostrado apertura para introducir cambios y ha llevado una línea de incremento presupuestario estable en I+D+i, incluso en los años de recesión económica.

Las mujeres científicas tenemos hoy en día una Organización de Mujeres en Ciencia para el Mundo en Desarrollo (OWSD, por sus siglas en inglés). Fundada en 1987, ha sido el primer foro internacional para unir a las mujeres científicas; tiene más de 4.800 miembros y su principal objetivo es reforzar el papel de las mujeres en los procesos de desarrollo y promover su representación en el liderazgo científico y tecnológico.


4.- La mujer venezolana y su ascenso social

A todas estas ¿dónde su ubican y qué han hecho las mujeres venezolanas? Nuestra historia hasta comenzado el siglo XX es muy parecida al ya relatado en otras latitudes en cuanto a la sumisión femenina, así que me limitaré a rescatar historias más cercanas que dan fe de la transgresión de la mujer venezolana en romper las barreras que la mantenían en la reclusión de su hogar.

Como ecos de lo que pasaba en el exterior, el año 1936 marca un punto de partida importante en el desarrollo de la mujer venezolana en el escenario profesional, cultural, político y social, una vez fallecido el dictador de turno. En poco más de medio siglo la mujer accedió a la plena ciudadanía, a la patria potestad compartida, mejores condiciones para el divorcio, se incorporó al sistema educativo en sus distintos niveles, participó de manera creciente en las diversas áreas de la economía nacional, conquistó espacios clave en el parlamento, en los tribunales, en los gabinetes ejecutivos, en instituciones públicas, candidatas presidenciales.



Como quiera que las mujeres venezolanas de hoy somos herederas del legado de nuestras predecesoras, deseo recordar a mujeres notables en esas difíciles luchas, mujeres abogadas, escritoras, maestras, médicos, periodistas, sindicalistas. Entre ellas, Lucila Palacios (seudónimo de Mercedes Carvajal de Arocha, madre de Carmen Luisa Arocha de Piñango, investigadora emérita del IVIC, donde dejó huella en el campo de la hematología), Cecilia Pimentel, Lola Fuenmayor, Eumelia Hernández, Mercedes Fermín, Panchita Soublette, Elisa Zuloaga, Olga Luzardo, María Teresa Castillo, Argelia Laya, Carmen Clemente Travieso, Ana Luisa Llovera, Ana Mercedes Pérez, Sonia Sgambatti, Elia Borges de Tapia (madre de Félix Tapia, investigador del Instituto de Biomedicina y Gerente General del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela, CDCH-UCV).



Ese nutrido grupo es doblemente notable porque hasta los años ´50 del siglo pasado, el acceso de las mujeres a la educación media y universitaria fue precario. Es en 1936 cuando vemos graduar la primera médico en el país: Lya Imber de Coronil. De profesionales y técnicos, en 1926 apenas 0,5% eran mujeres, 2,2% en 1941, 8,1% en 1950. Las mujeres con educación primaria conformaban el 42,4% de la población, de éstas apenas 2,5% habrían de alcanzar la educación media y escasamente un 0,3%, estudios superiores. Fue solo hacia los años 70 del siglo XX cuando ocurrió el salto espectacular en la incorporación y egreso de las mujeres en las diversas instituciones de educación universitaria del país. En esos años por primera vez en la historia nacional, las mujeres superarán de manera significativa a los hombres, en cuanto al número de estudiantes y el número de graduados en las instituciones. Ya para 1988, en las 14 universidades principales del país, el 58,4% de los egresados eran mujeres, y constituirían el 55% de los profesionales y técnicos empleados en el país. Sin embargo, con todo ese nivel de profesionalización, sólo 2% de las mujeres empleadas ejercerán cargos de alto nivel de dirección ese año.

Analizando datos de biomedicina, biología, agrociencias, ingenierías, química, física, matemáticas, antropología y sociología, Requena y colaboradores en 2016  concluyeron que la comunidad de los investigadores activos en Venezuela presentes desde el año 1983 hasta 2013 estaba conformada por 9.421 investigadores, de los cuales el 44% eran mujeres, un avance notable desde los años cincuenta, cuando la investigación científica en Venezuela estaba casi 100% dominada por hombres.



Definitivamente, las mujeres nos hemos ido abriendo paso en el quehacer científico. Para reconocer ese hecho, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales ha creado el programa Mujeres en Ciencia, bajo la coordinación de Liliana López, destinado a  resaltar la contribución de las mujeres venezolanas al desarrollo de la ciencia en nuestro país, a través de la producción de conocimiento, formación de recursos humanos especializados y gerencia académica e institucional. Desde 2013 se otorga anualmente el premio del mismo nombre a destacadas mujeres en áreas de ciencias experimentales, con el auspicio de la empresa Francisco Dorta y Sucesores, C.A. Hasta ahora han sido galardonadas Hilda Pérez Carvajal, Anita Stern de Israel, Julia Gilabert de Brito, Fracehuli Dagger.




5.- Epílogo

Ha sido este un apretado recorrido con la intención de visualizar lo mucho que la mujer debió transgredir para llegar hasta donde estamos hoy en día. Las luchas de la mujer por la democracia necesitaron primero de la lucha por su libertad personal, por ubicarse en plano de igualdad hacia la otra mitad de la especie Homo sapiens. Muchos hombres y no pocas mujeres se opusieron a tales avances. Por fortuna, hoy en día son pocos los que en sociedades como la nuestra, occidentalizada, por darle un nombre, dudan de la igualdad de la mujer y el hombre. No es así, sin embargo, en sociedades atrasadas donde la mujer solo tiene el valor de un objeto para ser usado y desechado. Nosotras, que vivimos en este otro mundo más civilizado, reconocemos a los hombres que hoy en día nos acompañan sin remilgos en el compartir de las obligaciones domésticas y profesionales, en beneficio mutuo y de la sociedad en que estamos inmersos.

El ascenso de la mujer a la igualdad nos pone frente al dictum divino con el que comencé mis palabras: ahora todos estamos frente al conocimiento del bien y del mal. Y en una época oscura como la que nos ha tocado vivir, vemos hombres y mujeres a ambos lados del espejo, en igualdad de condiciones para ejecutar el bien o el mal. Nos encontramos inmersos en una sociedad anómica, con instituciones severamente dañadas, con estadísticas en alimentación, salud, educación, entre muchas otras, que nos retrotraen a la primera mitad del siglo XX, un país que cada día más se parece al pueblo de Ortiz, el de las Casas Muertas de Miguel Otero Silva.

Un país que en ciencia también ha visto sus parámetros caer 40 años, como si no se hubiesen hecho esfuerzos importantes para acercar a Venezuela a niveles de desarrollo comparables con los de otros países más desarrollados. “¡Un país bastante lento el tuyo!”, replicaba la Reina Roja a Alicia, la del país de las maravillas, en ese mundo paralelo detrás del espejo, texto por cierto surgido de la mente de un matemático, Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido por su pseudónimo Lewis Carroll.



Cuando podamos nuevamente salir a la luz, será oportuno tomar el consejo de la Reina (ya no Roja sino Azul) a Alicia: “Aquí hace falta correr cuanto uno pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr por lo menos dos veces más rápido”. Eso tendremos que hacer los venezolanos, hombres y mujeres, correr por lo menos dos veces más rápido, cuando llegue el momento de abrirnos paso de nuevo al progreso y a ese mundo desarrollado en ciencia, tecnología e innovación en democracia que espera por nosotros.

Está abundantemente documentada la relación estrecha entre las prácticas democráticas y el desarrollo de los países. Donde se respeten las leyes, exista estabilidad política y económica, se respeten los derechos humanos, se controle la corrupción, haya procesos electorales transparentes, pluralismo político, habrá también mejores condiciones para montarse en el tren de la globalización, de los avances tecnológicos, del surgimiento de nuevos conocimientos a partir de la investigación y de un respaldo notorio a las inversiones en ciencia y tecnología. Donde nada de eso exista o haya sido destruido, la sociedad se moverá al ritmo de la ignorancia y el retroceso.

Cuando Venezuela despierte de la pesadilla, tendremos que correr por lo menos dos veces más rápido; ya lo ha dicho la Reina a Alicia. Y lo haremos con el concurso de los hombres y mujeres que hoy trabajamos y apostamos por esa mejor Venezuela, de los jóvenes que se van formando y quieren permanecer en su país, de quienes desde afuera aportan para apoyar a quienes aquí estamos. Juntos nos negamos a rendirnos.

Tampoco estamos ocultos. Estos tres días de actividades en la 67ª Convención Anual de la AsoVAC son prueba palpable de que aquí hay un país preparado y dispuesto a avanzar, por encima de los obstáculos, convencidos de que pronto correremos por lo menos dos veces más rápido para salir adelante, luego de estos años de sombras y atraso.


Muchas gracias

3 comentarios:

  1. Gioca, se te pasó por alto Sor Juana inés de la Cruz, que escribió sus más bellos poemas en honor al hombre que jamás conoció. Ese Juan perfecto. Si yo pudiera remontar el tiempo le pediría la bendición, tal vez me dejara besar su mano. Rafael

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  2. Excelente doctora. Gracias por este recorrido y por seguir confiando en nuestras posibilidades de reconstrucción.

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  3. Felicitaciones. Excelente trabajo. Julio Silva esposo de Luz

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