Facundo Cabral

“Nos envejece más la cobardía que el tiempo; los años sólo arrugan la piel pero el miedo arruga el alma” Facundo Cabral

“Guardar silencio también es tomar partido” Laureano Márquez

jueves, 20 de febrero de 2020

Covid-19: Cuando hay un santo nuevo...

Nuestros científicos, alarmados ante la posibilidad de que el virus de marras llegue a estas costas tan desprovistas de asistencia hospitalaria, se han dado a la tarea de poner el tema en el candelero en previsión de que el virus se cuele por nuestras porosas fronteras. Un loable esfuerzo.
Mientras tanto y sin que se sienta una alarma similar, las viejas pestes instaladas en nuestro país desde tiempo inmemorial, que habían sido razonablemente controladas en la segunda mitad del siglo XX, han reaparecido vergonzosamente por derrumbe del sistema de salud en manos del régimen.

https://www.statnews.com/2020/02/11/disease-caused-by-the-novel-coronavirus-has-name-covid-19/

Opinión / jueves 20 de febrero de 2020

https://talcualdigital.com/covid-19-cuando-hay-un-santo-nuevo-por-gioconda-cunto-de-san-blas/

AL COMPÁS DE LA CIENCIA

GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS

COVID-19: CUANDO HAY UN SANTO NUEVO...


…el santo viejo no hace milagros.

Ante la epidemia del coronavirus Covid-19, originada en China, que hasta el día en que esto escribo lleva confirmados más de 72.000 casos (22 de los cuales en el continente americano: 15 en Estados Unidos y 7 en Canadá; cerca de 1.800 fatales), la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decretado una emergencia global de salud. Si bien en América Latina no se han registrado casos hasta la fecha, muchos gobiernos regionales están tomando medidas prudentes para evitar que eso ocurra, a la par de difundir informaciones que inciten a la población a acudir a centros de salud, de sentir síntomas sospechosos de infección por Covid-19. 

Así las cosas, en nuestro terruño somos testigos de innumerables conferencias, foros, simposios sobre el novedoso coronavirus Covid-19, casi todos promocionados por asociaciones médicas, institutos de investigación, universidades, academias, cuyos científicos, alarmados ante la posibilidad de que el virus de marras llegue a estas costas tan desprovistas de asistencia hospitalaria, se han dado a la tarea de poner el tema en el candelero en previsión de que el virus se cuele por nuestras porosas fronteras. Un loable esfuerzo.

Mientras tanto y sin que se sienta una alarma similar, las viejas pestes instaladas en nuestro país desde tiempo inmemorial, que habían sido razonablemente controladas en la segunda mitad del siglo XX, han reaparecido vergonzosamente por derrumbe del sistema de salud en manos del régimen. Una, que suele ser llamada ahora “la enfermedad de la pobreza”, la tuberculosis, se llevó por los cachos a ilustres integrantes de la godarria caraqueña colonial, entre ellos Simón Bolívar y sus padres, así como a multitud de venezolanos que sobrevivieron a las guerras de independencia y federal solo para perder su lucha contra el Mycobacterium tuberculosis, por falta de medicamentos eficaces, desconocidos para la época. 

A la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, la tasa de incidencia de tuberculosis en 1936 era de 111 por cien mil habitantes en el país, lográndose descensos a 94 (1960), 28 (1980) y 24 (1995). Dichos avances en el control de la enfermedad fueron revertidos en estos tiempos tormentosos, al punto de que en 2019 la tasa subió a casi 48 por cien mil, similar a la reportada en 1970, es decir, 50 años atrás,  con una proyección para 2021 de 74 por cien mil, si no se toman medidas sanitarias urgentes para revertir esa regresión.

Otro flagelo recurrente en nuestro país, reflejado en notables novelas venezolanas (por ejemplo, “Casas muertas” de Miguel Otero Silva) ha sido la malaria o paludismo. Producida por parásitos del género Plasmodium y trasmitida por mosquitos del género Anopheles, la malaria fue objeto de una legendaria campaña sanitaria liderada por Arnoldo Gabaldón como general en jefe, que comenzó en 1945 y condujo a disminuir la rata de fallecimientos por paludismo de 112 por 100 mil habitantes en 1945 a apenas 9 en 1950 y a 1 en 1955. El éxito de esa cruzada fue tal que en 1961 la OMS declaró la erradicación de la malaria en el 68% de la zona malárica, unos 400 mil km cuadrados, un hito único en el mundo. Arturo Uslar Pietri lo reflejó entonces de esta manera: “los cambios sociales y políticos que experimenta el país son no solo consecuencia de una Venezuela con petróleo sino de una Venezuela sin malaria”.

El paludismo dejó de ser una afección endémica en Venezuela hace setenta años, pero regresó por sus fueros en la primera década de este siglo XXI y ahora trasciende sus fronteras sin que nadie parezca capaz de contenerlo. Los casos se han multiplicado notablemente, sobre todo en los dos tercios del país donde esa enfermedad había sido erradicada por completo, en el Estado Bolívar, el arco minero, un territorio hoy sin ley donde las mafias y las fuerzas paramilitares hacen de las suyas en connivencia con el régimen. Hoy en día, la OMS reporta que Venezuela es uno de los cuatro países en el mundo, en conjunto con Nigeria, Sudán del Sur y Yemen, que se encuentra en condición de alerta, y a la vez presenta el 53% o más de los casos de todo el continente americano. 

Datos suministrados por María Eugenia Grillet dan fe de la gravedad de la situación. En 2018 y por segundo año consecutivo, Venezuela presentó más casos que la suma de los otros 18 países con transmisión de malaria en el continente. La tendencia al aumento de la incidencia de casos ha sido progresiva, desde 2000 hasta 2018, haciendo que el porcentaje de casos nuevos en Venezuela en relación al total del continente haya aumentado 20 veces. 

Muchos nos preguntamos qué pasaría si el Covid-19 llegara a estas tierras, donde en estos años de barbarie se ha echado para atrás no menos de 70 años en materia de salud. ¿Está preparada Venezuela para resistir un nuevo virus? ¿Ustedes que creen, queridos lectores?


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