DISCURSO DE ORDEN
Sesión inaugural de la 67ª Convención Anual de la
Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (AsoVAC)
Dedicado especialmente a las chiquillas de mi familia: Isabella, Irene y Lara, y a las mayores: Estefanía y Verónica, para que aprecien la igualdad de género de la que disfrutan, producto no de concesión graciosa sino de las luchas incansables de las mujeres que nos precedieron a lo largo de los siglos para acabar con la discriminación de género. También a los pequeñitos: Oliver, Sebastián, Felipe, Nicolás y Gael, así como los espigados Simón Andrés y Juan Diego, para que crezcan en armonía con la otra mitad de la especie humana.
DE
EVA A ALICIA:
LA
TRANSGRESIÓN COMO ARMA FEMENINA
HACIA EL SABER, LA IGUALDAD, LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA
HACIA EL SABER, LA IGUALDAD, LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA
DISCURSO
DE ORDEN
Sesión
inaugural de la 67ª Convención Anual de la
Asociación
Venezolana para el Avance de la Ciencia (AsoVAC)
Universidad
Metropolitana, Auditorio Manoa
Caracas,
29 de noviembre de 2017
Gioconda
Cunto de San Blas,
Academia
de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales
1.-
El principio de los tiempos
“…Y ordenó Dios a Adán: De todo árbol del
huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento no comerás… Eva comió e
invitó a Adán a hacerlo. Y fueron abiertos los ojos de ambos para alcanzar la
sabiduría”.
Este
mito, contado en el Génesis, primer libro del Pentateuco en la tradición
cristiana, o Bereshith en la Torá judía, es tal vez el primer registro de
transgresión femenina, una hermosa alegoría sobre los obstáculos contra los
cuales la especie humana ha tenido que rebelarse en la búsqueda del
conocimiento de sí mismo y de su entorno, para “ser como dioses” y expulsados del paraíso. A cambio del destierro,
la posibilidad intelectualmente superior de alcanzar la sabiduría por esfuerzo
propio.
Ese
relato milenario que tiene a la mujer como protagonista principal en el ascenso
intelectual del ser humano a través de la transgresión a una norma divina, me
resulta más grato que el más tardío equivalente griego. Me refiero al mito de
Prometeo, ese héroe solitario que arriesgando su vida día a día, roba a los
dioses el fuego divino y lo regala a los hombres para abrirles paso al
progreso, a la tecnología, a la ciencia entendida como conocimiento en cualquier
rama humanística o experimental (acepción amplia que aquí usaremos al
referirnos a la ciencia).
En
ambos casos, destaca el gesto de rebeldía transgresora requerido para que la
especie humana comenzara su ascenso intelectual por encima de los demás seres
vivos y se haya abierto camino en el dominio de la naturaleza. Es que cada peldaño
en ese ascenso ha tenido que ser construido tumbando barreras, acabando con
prejuicios, luchando por asir y ejercer la libertad de pensamiento y de
expresión, el persistente quehacer científico, para hacer posible el avance
intelectual a partir del libre contraste de las ideas. Un intelecto que también
tiene su correlato griego en una figura femenina: Atenea, diosa de la
sabiduría, del conocimiento, surgida directamente de la cabeza de Zeus.
Se
me ha pedido abordar el tema del ascenso de la mujer hasta su moderno papel
como científica, como profesional, en democracia. Para llegar a ese estadio, la
mujer tuvo previamente que recorrer el sendero de su reivindicación como individuo, el ejercicio de su libertad personal, para solo entonces multiplicarla
en los demás en forma de democracia social. Trataremos de hacerlo apretadamente
en estos minutos que la directiva de la AsoVAC me ha honrado en conceder como
oradora de orden, agradeciendo la distinción. En este tránsito que he titulado:
“De Eva a Alicia: la transgresión como
arma femenina hacia el saber, la igualdad, la libertad y la democracia”, debo
hacer saltos de siglos y circunscribirme a una visión eurocéntrica, occidental,
dada las limitaciones de tiempo a disposición. La intención, en todo caso, es
presentar una panorámica sucinta de las luchas femeninas por abrirse camino en
una sociedad originariamente misógina, a punta de forzar a los hombres a compartir
un espacio que a ellos se les otorgó exclusiva y gratuitamente a lo largo de
los siglos.
2.-
Algo de historia
En
el siglo VI a.C. encontramos a Theano de Crotona, la primera mujer de quien se
tienen vagos indicios de ser una matemática ilustre. Casada con Pitágoras,
quien le aventajaba mucho en edad, se le atribuyen aportes a la teoría de
números y un teorema sobre la proporción áurea, esa constante, ese número
irracional igual a 1,618034..., como relación o proporción entre dos segmentos, que aparece frecuentemente en la naturaleza y que otorga un carácter estético a los objetos cuyas medidas la guardan.
Mucho
más tarde, a comienzos del siglo V d.C., nos encontramos con Hipatia, cabeza
visible de la Escuela Neoplatónica de Alejandría. Escribió sobre geometría,
álgebra y astronomía, 13 volúmenes de Comentarios al álgebra de Diofanto y el
Canon Astronómico, mejoró el diseño de los primitivos astrolabios -instrumentos
para determinar las posiciones de las estrellas sobre la bóveda celeste- e
inventó un densímetro. Mantuvo a lo largo de su vida la tesis heliocéntrica, que
luego en el siglo XV cristalizó con Copérnico y en el XVI con Galileo.
En
esta historia que queremos tejer esta tarde sobre las mujeres y sus luchas por
el saber y la democracia, resalta la figura de Hipatia como tal vez la primera
mujer científica víctima del fanatismo retrógrado. Su pensamiento liberal, su
tolerancia a todas las religiones siendo ella misma pagana, su erudición y su
prestigio social chocaron contra el sectarismo religioso en el momento de
imposición del catolicismo teodosiano como nueva religión del Estado romano.
Fue así que en el año 415 una turba de cristianos exaltados la mató con extrema
crueldad, marcando el ocaso de la cultura pagana en el mundo antiguo. La
barbarie y la ignorancia se impusieron por la fuerza y se seguirían imponiendo
en el correr de los tiempos a la razón, a la ciencia, a la sabiduría.
Las
mujeres en la Edad Media fueron restringidas a sus roles tradicionales en la
familia y la iglesia. Sería necesaria la aparición de la mujer transgresora,
aquella capaz de abrirse paso entre la maraña de tabúes y preconceptos en
contra de la mujer, al costo personal y social que suelen cargar las
transgresiones.
En el siglo XI, Trotula de Salerno se atrevió a penetrar el
mundo masculino de la medicina de entonces, convirtiéndose en experta en
ginecología y obstetricia, aplicando métodos novedosos y escribiendo tratados sobre
el tema. Su convicción de que el hombre, al igual que la mujer, sería
responsable por la infertilidad de una pareja y su decisión de usar opiáceos
para aliviar los dolores del parto la enfrentaron con la iglesia por su
transgresión al mito de la responsabilidad única de la mujer en la reproducción
humana y su desafío al dictum bíblico
de “parirás con dolor”.
A
raíz de un texto anónimo misógino, a principios del siglo XV surge una
controversia que ha sido llamada por la historia “la querella de las mujeres”,
un debate que perduró por siglos, hasta bien entrado el XIX. El centro del
debate fue la misógina denigración de la capacidad intelectual de la mujer, su
derecho al ingreso en la universidad y al ejercicio de derechos civiles, su
supuesta condición inferior frente al hombre. La primera mujer que interviene
en este debate de manera pública es la escritora italiana afincada en Francia
Christine de Pizan quien en 1405 escribe “La ciudad de las damas”. Podría
decirse que fue la primera mujer en Europa en ganarse la vida como escritora, y
se la considera como una de las primeras feministas, defensora de los derechos
de las mujeres, de su capacidad intelectual equiparable, bajo su lema: “la
mente no tiene sexo”.
Isota
Nogarola, también en el siglo XV, es otra de las pocas mujeres que entonces
osaron pensar en público, rompiendo así con la tradición de la mujer
silenciosa, a quien se asociaba con los valores de castidad, decoro y
obediencia que debían adornar a la mujer de entonces. Su profunda e inteligente
labor intelectual empezó pronto a ser conocida, que no reconocida, gracias a la
relación epistolar que mantuvo con otros eruditos. Pero su prestigio y fama ganadas
por su inteligencia generó celos y envidias de una sociedad hostil a la
creatividad femenina. La transgresión de Isota en defensa de la intelectualidad
de la mujer en paridad con la del hombre fue pagada con el ostracismo social,
tejido alrededor de supuestos cargos de incesto con su hermano.
En
los siglos XVII y XVIII fue frecuente ver mujeres astrónomas que hicieron
grandes registros de cuerpos estelares que por lo general, fueron adjudicados a
los hombres que dirigían las instituciones en las cuales ellas trabajaban. En
Alemania representaron el 14% del total de científicos en astronomía. Figuras
como Sofía Brahe, hermana de Tycho, en Dinamarca, o María Winkelmann Kirch en
Alemania, esposa del astrónomo Gottfried Kirch, son apenas un par de ellas.
Margaret Cavendish, la primera mujer a quien permitieron visitar una vez la
Royal Society en Londres en mayo de 1667, en reconocimiento a sus
contribuciones a la filosofía natural, nunca fue nombrada miembro de ella. Hubo
que esperar 278 años hasta 1945 para que finalmente las primeras mujeres fuesen
aceptadas como Fellows de la Royal Society, previa emisión de un edicto real que
lo permitiese, distinción que recayó en la cristalógrafa Kathleen Lonsdale y la
bioquímica y microbióloga Marjory Stephenson.
En
el siglo XVIII, en particular, surgió un movimiento cultural e intelectual
europeo, conocido como la Ilustración, en razón de su declarada finalidad de
disipar las tinieblas de la ignorancia mediante las luces del conocimiento y la
razón. Pero también en esa época, los señores ilustrados pensaban que el camino
hacia el conocimiento era un asunto del hombre, en su sentido más literal. Tanto Jean-Jacques Rousseau como Immanuel Kant consideraban que las mujeres, al igual que los niños,
estaban excluidas «por naturaleza» del derecho de ciudadanía. No obstante, las
mujeres abrieron un boquete al muro de la segregación y algunas de ellas se
colaron: María Gaetana Agnesi y su libro sobre cálculo diferencial; Mary
Wortley Montagu y la inoculación como profilaxis contra la viruela; Marie-Anne
Pierrette Paulze, esposa y colaboradora profesional de Lavoisier; Caroline
Herschel, astrónoma y autora de un índice que incluía más de quinientas
estrellas desconocidas hasta entonces.
Es
a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando se observa un crecimiento importante
en las oportunidades de educación para las mujeres, en un reconocimiento
parcial de su igualdad ante los hombres. Se fundaron universidades europeas y
americanas para mujeres, destacándose Elizabeth Garrett Anderson y Elizabeth
Blackwell, como las primeras mujeres en obtener títulos médicos en Inglaterra y
Estados Unidos, respectivamente.
Una
vez abierto el camino para la preparación intelectual de la mujer, la mesa
estuvo servida para aspirar a la igualdad de géneros, a expresarse a viva voz
sobre los asuntos públicos, a la
exigencia de ser tomada en cuenta a la hora de las decisiones. Tumbando bloques
de la pared segregacionista, ellas nos han facilitado el camino a quienes
llegamos más tarde.
En
pleno siglo XX, la historiografía de la ciencia recoge una y otra vez los
relatos de mujeres científicas menospreciadas por sus colegas varones bajo el
único expediente de su sexo. Lo ilustraré con tres casos paradigmáticos. El
primero se refiere a Rosalind Franklin, cristalógrafa de primera línea en la
Universidad de Cambridge, Inglaterra, en los años de la postguerra. Sus
extraordinarias y exclusivas fotografías de rayos X de altísima calidad que revelaban
el patrón cruciforme de una molécula helicoidal de DNA, el material genético de
todos los seres vivos, fueron usadas sin su autorización y menos aún, reconocimiento,
por James Watson y Francis Crick, quienes con esa información clave más otras
recabadas de fuentes propias, publicaron en 1953 la estructura del DNA que hoy
nos resulta tan familiar. A la larga, su admisión de que habían violado los
códigos éticos científicos al usar datos de Rosalind Franklin sin su
conocimiento, autorización o reconocimiento alguno, empañó los indudables
logros de Watson y Crick.
El
segundo caso se refiere a Marie Sklodowska Curie, la única mujer dentro de las
cuatro personas hasta ahora galardonadas dos veces con un premio Nobel. La
primera ocasión, en Física, 1903, con su esposo Pierre Curie (sin duda, un
hombre adelantado a su época en cuanto a liberación femenina); la segunda, ya
viuda, en Química, 1911, un galardón esta vez en solitario, ambos por sus
trabajos sobre radioactividad. A pesar de estas formidables credenciales, la
Academia Francesa de Ciencias se permitió -con razones baladíes- rechazar su
postulación a ser incorporada como miembro de esa corporación. Las razones
baladíes se referían a ecos de la ya comentada condena social sufrida por Isota
Nogarola cuatro siglos antes: una supuesta relación sentimental adúltera de la
viuda Marie con su colega Paul Langevin, que sería juzgada severamente por los señores
académicos franceses de cuyas rectitudes conyugales nadie dio garantías.
Como
si fuera poco, la Academia Francesa rechazó repetidas veces la solicitud de
incorporación de la hija mayor de Pierre y Marie Curie, Irène Joliot-Curie,
también ganadora del Premio Nobel en Química, 1935, en conjunto con su esposo
Frédéric Joliot. Fue apenas en 1979 cuando la Academia Francesa de Ciencias
finalmente rompió su tradición machista de dos siglos y medio al incorporar a
Yvonne Choquet-Bruhat, una científica internacionalmente reconocida cuyo
trabajo se ubica en la frontera entre la matemática y la física.
Irène
también fue excluida de la Sociedad Americana de Química y destituida de la
secretaría de estado para la investigación científica del gobierno francés, en
razón de sus simpatías y las de su esposo por el partido comunista francés.
Otro
ejemplo notable de discriminación contra la mujer por parte del Comité Nobel es
el de Lise Meitner. Nacida en Viena, obtuvo su doctorado en 1906 y partió para
Berlín a trabajar con Otto Hahn, a quien unió una colaboración de más de 30
años. Al comenzar la segunda guerra mundial, Meitner huyó a Suecia, aunque continuó
su colaboración con Hahn en fisión nuclear. En enero de 1939 éste publicó sus
resultados, complementados el mes siguiente por Meitner y su sobrino Otto
Frisch, en el cual se explicaba la física detrás de las observaciones de Hahn. A pesar
de ser un trabajo conjunto a lo largo de tantos años en los cuales Hahn aportó
conocimientos químicos y Meiter los indispensables datos físicos para la explicación
de los fenómenos observados, solo Hahn recibió el premio Nobel 1944 por sus
trabajos en fisión nuclear, desconociéndose los cruciales aportes de Lisa en el
campo. En 1966 le fue otorgado el premio Enrico Fermi en conjunto con Hahn y Fritz
Strassman. En 1997, un artículo publicado en Physics Today concluyó que la
omisión de Meitner en el Nobel fue “una instancia en la que opiniones
personales negativas condujeron a la exclusión de una científica muy merecedora
de la distinción”. El elemento 109 fue nombrado en su honor: Meitnerium.
En nuestro patio, el Premio Lorenzo Mendoza Fleury de la Fundación Empresas Polar, mejor conocido como Premio Polar, es un prestigioso galardón que de hecho, ha superado en renombre al Premio Nacional de Ciencias que otorga el estado venezolano. El Premio Polar se otorga en química, física, biología o matemáticas a investigadores venezolanos que al momento de su concesión han hecho su labor en el país; se anuncia en años impares desde 1983 y consta de cinco galardones en cada edición. Hasta ahora han sido distinguidos 85 científicos, de los cuales 12 (13%) han sido mujeres.
Bien
ha dicho Stanley Falkow, distinguido profesor de Biología Molecular en la
Universidad de Stanford: “Los historiadores harán bien en revisar la ciencia de
mediados del siglo XX, momento de grandes aportes, pero también de enormes
discriminaciones”. Del siglo XX y del XXI, completaría yo...
3.-
La mujer en la acción política
El
ascenso de la mujer en la política fue consecuencia de los avances en su
visibilidad y en su decisión de abrirse paso. Ya en el siglo XVIII había
aparecido la mujer transgresora en la figura de Olympe de Gouges, quien se
dedicaba a una carrera intelectual en los salones literarios parisinos. En 1791
publica la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana”, como
respuesta al manifiesto “Derechos del hombre y el ciudadano” redactado en 1789
tras la Revolución Francesa. Su primer artículo reza: “La mujer nace libre y
permanece igual al hombre en derechos”. Reclamaba un trato igualitario hacia
las mujeres: derecho al voto y a la propiedad privada, participación en la
educación, ejercicio de cargos públicos, derechos civiles en igualdad y democracia. Esa
transgresión, sumada a su posición abolicionista, la paga cara Olympe de
Gouges: bajo el cargo de apoyar a los girondinos, fue juzgada sumariamente y
murió guillotinada en 1793, bajo el Reinado del Terror de Maximilien
Robespierre y su Comité de Salvación Pública.
Unos
meses más tarde, caería allí mismo Antoine Lavoisier, el hombre que en 1785
hizo posible el nacimiento de la química moderna. En un juicio sumario basado
en un tema de retenciones de impuestos, uno de sus jueces manifestó que «La
república no necesita ni científicos ni químicos; no se puede detener la acción
de la justicia», mientras que el matemático Joseph Louis Lagrange, amigo
personal de Lavoisier, dijo al día siguiente de la ejecución: «Ha bastado un
instante para cortarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que
aparezca otra que se le compare».
Era
llegado el tiempo de la igualdad de las mujeres y los hombres ante el cadalso.
El
siglo XX resultó un semillero de movimientos de cambio social en muchos
aspectos, nacidos al calor de dos guerras mundiales y una revolución rusa. Los
movimientos feministas para acabar con las discriminaciones se fueron
diseminando en los países que se abrían al desarrollo científico y tecnológico.
Las mujeres fueron acudiendo en masa a las universidades y de allí a ocupar
cargos cada vez más importantes.
Los
dos casos más notables de mujeres nacidas en el siglo XX, formadas como
científicos y luego trasladadas al mundo político son los de Margaret Thatcher
y Ángela Merkel, nacidas en 1925 y 1954, respectivamente.
De
la primera, la Dama de Hierro, como fue llamada por su manera de conducir el
estado, podemos decir que en 1947 se graduó de química en Oxford, con una tesis
supervisada por Dorothy Hodgkin, gran cristalógrafa que en 1964 sería la
tercera mujer en ganar el premio Nobel en una disciplina científica, luego de
Marie e Irène Curie, por la determinación de la estructura de muchas sustancias
biológicas mediante los rayos X.
Thatcher
ejerció la profesión de químico por varios años, primero en una empresa de
plásticos y luego en investigación alimentaria y procesos de saponificación. En
las elecciones generales de 1959, Thatcher se convirtió en miembro del
Parlamento y a partir de allí se dedicó totalmente a su carrera política,
actuando como ministra de Educación y Ciencia en 1970 y luego de las elecciones
generales de 1979 como primera ministra del Reino Unido, cargo que ocupó hasta
finales de 1990.
En
su paso por estos cargos, Thatcher le dio relevancia a la ciencia, a la
investigación básica, sobre el argumento de que “los asombrosos desarrollos en
biotecnología y microelectrónica han surgido inesperadamente de investigaciones
fundamentales en biología molecular y física del estado sólido”, a la vez que invita
a “quienes están haciendo investigación fundamental a mantenerse atentos a sus
posibles aplicaciones, porque de no ser así, las industrias no nacerían”. Tal
vez sean estas las únicas declaraciones en la que yo pueda estar de acuerdo con
Margaret Thatcher, en su largo y controversial periplo por la política de su
país y del mundo.
La
otra mujer científica y poderosa política de este siglo es sin duda, Ángela
Merkel, en Alemania. Estudiante de física en la Universidad de Leipzig, se
doctoró allí en 1986 con una tesis sobre química cuántica titulada «Influencia
de la correlación espacial de la velocidad de reacción bimolecular de
reacciones elementales en los medios densos», calificada como sobresaliente.
Trabajó en la Academia Alemana de Ciencias hasta que la demolición del muro de
Berlín la motivó a una carrera en política. En 1994 fue nombrada ministra de
Medio Ambiente y Seguridad Nuclear. Es Canciller de Alemania desde 2005,
habiendo sido electa en sucesivas oportunidades. Su interés por la ciencia se
mantiene.
En reciente visita a Argentina se refirió al cambio climático para insistir
en la necesidad de “Limitar el calentamiento a dos grados requiere una
reducción drástica de gases de efecto invernadero. Todos los países deben
contribuir a eso… Después de la decisión de Estados Unidos (de abandonar el
Acuerdo de Paris), este tema es más importante que nunca. Los escépticos del
cambio climático deben aprenden que reducir el calentamiento lleva a una
economía más eficiente”. Durante su mandato, la ciencia alemana ha florecido en
los últimos años y sus miembros lo atribuyen a la gestión de Merkel, que según
la revista Nature, ha mostrado apertura para introducir cambios y ha llevado
una línea de incremento presupuestario estable en I+D+i, incluso en los años de
recesión económica.
Las
mujeres científicas tenemos hoy en día una Organización de Mujeres en Ciencia
para el Mundo en Desarrollo (OWSD, por sus siglas en inglés). Fundada en 1987,
ha sido el primer foro internacional para unir a las mujeres científicas; tiene
más de 4.800 miembros y su principal objetivo es reforzar el papel de las
mujeres en los procesos de desarrollo y promover su representación en el
liderazgo científico y tecnológico.
4.-
La mujer venezolana y su ascenso social
A
todas estas ¿dónde su ubican y qué han hecho las mujeres venezolanas? Nuestra
historia hasta comenzado el siglo XX es muy parecida al ya relatado en otras
latitudes en cuanto a la sumisión femenina, así que me limitaré a rescatar
historias más cercanas que dan fe de la transgresión de la mujer venezolana en
romper las barreras que la mantenían en la reclusión de su hogar.
Como
ecos de lo que pasaba en el exterior, el año 1936 marca un punto de partida
importante en el desarrollo de la mujer venezolana en el escenario profesional,
cultural, político y social, una vez fallecido el dictador de turno. En poco
más de medio siglo la mujer accedió a la plena ciudadanía, a la patria potestad
compartida, mejores condiciones para el divorcio, se incorporó al sistema
educativo en sus distintos niveles, participó de manera creciente en las
diversas áreas de la economía nacional, conquistó espacios clave en el
parlamento, en los tribunales, en los gabinetes ejecutivos, en instituciones
públicas, candidatas presidenciales.
Ese
nutrido grupo es doblemente notable porque hasta los años ´50 del siglo pasado,
el acceso de las mujeres a la educación media y universitaria fue precario. Es
en 1936 cuando vemos graduar la primera médico en el país: Lya Imber de
Coronil. De profesionales y técnicos, en 1926 apenas 0,5% eran mujeres, 2,2% en
1941, 8,1% en 1950. Las mujeres con educación primaria conformaban el 42,4% de
la población, de éstas apenas 2,5% habrían de alcanzar la educación media y
escasamente un 0,3%, estudios superiores. Fue solo hacia los años 70 del siglo
XX cuando ocurrió el salto espectacular en la incorporación y egreso de las
mujeres en las diversas instituciones de educación universitaria del país. En esos
años por primera vez en la historia nacional, las mujeres superarán de manera
significativa a los hombres, en cuanto al número de estudiantes y el número de
graduados en las instituciones. Ya para 1988, en las 14 universidades
principales del país, el 58,4% de los egresados eran mujeres, y constituirían
el 55% de los profesionales y técnicos empleados en el país. Sin embargo, con
todo ese nivel de profesionalización, sólo 2% de las mujeres empleadas
ejercerán cargos de alto nivel de dirección ese año.
Analizando
datos de biomedicina, biología, agrociencias, ingenierías, química, física,
matemáticas, antropología y sociología, Requena y colaboradores en 2016 concluyeron que la comunidad de los
investigadores activos en Venezuela presentes desde el año 1983 hasta 2013
estaba conformada por 9.421 investigadores, de los cuales el 44% eran mujeres, un
avance notable desde los años cincuenta, cuando la investigación científica en
Venezuela estaba casi 100% dominada por hombres.
Definitivamente,
las mujeres nos hemos ido abriendo paso en el quehacer científico. Para
reconocer ese hecho, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales
ha creado el programa Mujeres en Ciencia, bajo la coordinación de Liliana
López, destinado a resaltar la
contribución de las mujeres venezolanas al desarrollo de la ciencia en nuestro
país, a través de la producción de conocimiento, formación de recursos humanos
especializados y gerencia académica e institucional. Desde 2013 se otorga
anualmente el premio del mismo nombre a destacadas mujeres en áreas de ciencias
experimentales, con el auspicio de la empresa Francisco Dorta y Sucesores, C.A.
Hasta ahora han sido galardonadas Hilda Pérez Carvajal, Anita Stern de Israel, Julia
Gilabert de Brito, Fracehuli Dagger.
5.-
Epílogo
Ha
sido este un apretado recorrido con la intención de visualizar lo mucho que la
mujer debió transgredir para llegar hasta donde estamos hoy en día. Las luchas
de la mujer por la democracia necesitaron primero de la lucha por su libertad
personal, por ubicarse en plano de igualdad hacia la otra mitad de la especie Homo sapiens. Muchos hombres y no pocas
mujeres se opusieron a tales avances. Por fortuna, hoy en día son pocos los que
en sociedades como la nuestra, occidentalizada, por darle un nombre, dudan de
la igualdad de la mujer y el hombre. No es así, sin embargo, en sociedades atrasadas
donde la mujer solo tiene el valor de un objeto para ser usado y desechado. Nosotras,
que vivimos en este otro mundo más civilizado, reconocemos a los hombres que hoy
en día nos acompañan sin remilgos en el compartir de las obligaciones
domésticas y profesionales, en beneficio mutuo y de la sociedad en que estamos
inmersos.
El
ascenso de la mujer a la igualdad nos pone frente al dictum divino con el que comencé mis palabras: ahora todos estamos
frente al conocimiento del bien y del mal. Y en una época oscura como la que
nos ha tocado vivir, vemos hombres y mujeres a ambos lados del espejo, en
igualdad de condiciones para ejecutar el bien o el mal. Nos encontramos
inmersos en una sociedad anómica, con instituciones severamente dañadas, con
estadísticas en alimentación, salud, educación, entre muchas otras, que nos
retrotraen a la primera mitad del siglo XX, un país que cada día más se parece
al pueblo de Ortiz, el de las Casas Muertas de Miguel Otero Silva.
Un
país que en ciencia también ha visto sus parámetros caer 40 años, como si no se
hubiesen hecho esfuerzos importantes para acercar a Venezuela a niveles de
desarrollo comparables con los de otros países más desarrollados. “¡Un país
bastante lento el tuyo!”, replicaba la Reina Roja a Alicia, la del país de las
maravillas, en ese mundo paralelo detrás del espejo, texto por cierto surgido
de la mente de un matemático, Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido por su
pseudónimo Lewis Carroll.
Cuando
podamos nuevamente salir a la luz, será oportuno tomar el consejo de la Reina (ya
no Roja sino Azul) a Alicia: “Aquí hace falta correr cuanto uno pueda para
permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr
por lo menos dos veces más rápido”. Eso tendremos que hacer los venezolanos,
hombres y mujeres, correr por lo menos dos veces más rápido, cuando llegue el
momento de abrirnos paso de nuevo al progreso y a ese mundo desarrollado en
ciencia, tecnología e innovación en democracia que espera por nosotros.
Está
abundantemente documentada la relación estrecha entre las prácticas
democráticas y el desarrollo de los países. Donde se respeten las leyes, exista
estabilidad política y económica, se respeten los derechos humanos, se controle
la corrupción, haya procesos electorales transparentes, pluralismo político,
habrá también mejores condiciones para montarse en el tren de la globalización,
de los avances tecnológicos, del surgimiento de nuevos conocimientos a partir
de la investigación y de un respaldo notorio a las inversiones en ciencia y
tecnología. Donde nada de eso exista o haya sido destruido, la sociedad se
moverá al ritmo de la ignorancia y el retroceso.
Cuando
Venezuela despierte de la pesadilla, tendremos que correr por lo menos dos
veces más rápido; ya lo ha dicho la Reina a Alicia. Y lo haremos con el
concurso de los hombres y mujeres que hoy trabajamos y apostamos por esa mejor
Venezuela, de los jóvenes que se van formando y quieren permanecer en su país,
de quienes desde afuera aportan para apoyar a quienes aquí estamos. Juntos nos
negamos a rendirnos.
Tampoco
estamos ocultos. Estos tres días de actividades en la 67ª Convención Anual de
la AsoVAC son prueba palpable de que aquí hay un país preparado y dispuesto a
avanzar, por encima de los obstáculos, convencidos de que pronto correremos por
lo menos dos veces más rápido para salir adelante, luego de estos años de
sombras y atraso.
Muchas
gracias
Gioca, se te pasó por alto Sor Juana inés de la Cruz, que escribió sus más bellos poemas en honor al hombre que jamás conoció. Ese Juan perfecto. Si yo pudiera remontar el tiempo le pediría la bendición, tal vez me dejara besar su mano. Rafael
ResponderBorrarExcelente doctora. Gracias por este recorrido y por seguir confiando en nuestras posibilidades de reconstrucción.
ResponderBorrarFelicitaciones. Excelente trabajo. Julio Silva esposo de Luz
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