Hay mucho por hacer para ordenar la casa en materia universitaria. Es urgente la resolución de las necesidades básicas en materia salarial y presupuestaria. También es indispensable repensar la universidad para hacerla más exigente en sus productos finales: una alta calidad de formación en sus egresados y un firme nivel de investigación que nos lleve a estadios competitivos en el escenario mundial de la ciencia y la tecnología. No será fácil, pero estará en manos de los universitarios ponerla a la altura de los retos que vendrán cuando la nación salga al encuentro de la institucionalidad perdida.
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Opinión / Lunes 04 de julio de 2016 /
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Acta Científica Venezolana
GIOCONDA SAN BLAS
A lo
largo de la última década hemos sido espectadores del deterioro progresivo de
nuestras universidades, las autónomas por la permanente e inconstitucional perturbación
del gobierno nacional, las experimentales por el freno puesto a su conversión en
autónomas a pesar del mandato constitucional (art. 109) y las llamadas
“bolivarianas” porque no se les ha permitido funcionar bajo el principio autonómico,
reducidas a grandes liceos en donde se privilegia una ideología convertida en
razón de estado, pervirtiendo la esencia universitaria de libertad de cátedra y
de pensamiento.
El tema que más destaca en las primeras planas de los periódicos es, por supuesto, el relativo a lo salarial: sueldos miserables a todos los niveles, burla a los convenios colectivos, cierre de comedores estudiantiles y un largo etc. hacen que los demás problemas de la vida universitaria queden eclipsados a los ojos del común. A ellos les siguen las insuficiencias presupuestarias que afectan la vida académica, es decir, presupuestos marginales o inexistentes para reactivos de docencia e investigación, laboratorios depauperados progresivamente a lo largo de los años, bibliotecas desactualizadas, infraestructura en franco abandono. Ni qué hablar de construcción de laboratorios bien equipados que alojen modernas líneas de investigación y desarrollo, en consonancia con los avances científicos del mundo actual.
El tema que más destaca en las primeras planas de los periódicos es, por supuesto, el relativo a lo salarial: sueldos miserables a todos los niveles, burla a los convenios colectivos, cierre de comedores estudiantiles y un largo etc. hacen que los demás problemas de la vida universitaria queden eclipsados a los ojos del común. A ellos les siguen las insuficiencias presupuestarias que afectan la vida académica, es decir, presupuestos marginales o inexistentes para reactivos de docencia e investigación, laboratorios depauperados progresivamente a lo largo de los años, bibliotecas desactualizadas, infraestructura en franco abandono. Ni qué hablar de construcción de laboratorios bien equipados que alojen modernas líneas de investigación y desarrollo, en consonancia con los avances científicos del mundo actual.
Profesores
altamente motivados ven frustradas sus aspiraciones de llevar adelante líneas
de investigación de envergadura como consecuencia de las carencias ya
señaladas. Así las cosas, desertan de las instituciones académicas para irse a
destinos más prometedores dentro del territorio nacional o fuera de él, haciendo
que otros países se beneficien de nuestro capital humano sin haber invertido ni
un céntimo en formarlos. Las cátedras abandonadas no son cubiertas por una
nueva generación de profesionales, también ellos a la espera de cualquier
oportunidad para alejarse. Resultado: un plantel profesoral envejecido que se
repite a sí mismo año tras año y unas instituciones disminuidas en su misión de
impartir conocimientos y crear nuevos a través de la investigación. Añádase a
esto las presiones para renovar las autoridades rectorales en las universidades
autónomas a través de ilegales modificaciones al Claustro.
Con tal
bagaje de denuncias, los universitarios fueron recibidos a principios de 2016
por la recién instalada Asamblea Nacional (AN), reunión de la cual surgió la
estructuración de una Comisión Especial de la AN para el Sector Universitario,
que generó un informe
de 61 páginas en marzo de 2016, cuya lectura es de recomendar a todos los
universitarios e investigadores científicos de nuestro país, dado que allí se
proponen líneas de acción en muchos frentes, algunos polémicos, a ser
emprendidos desde la AN.
En él se proponen reformas a la Ley
Orgánica de Educación y la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (ya
en marcha), así como la redacción de una nueva Ley de Educación Superior que
sustituya a la vigente Ley de Universidades de 1970, una Ley de Bienestar
Estudiantil y otra de Financiamiento de la Educación Universitaria. Más fácil
enunciarlo que trabajarlo, por cuanto en todos estos proyectos hay intereses
que cada sector de la comunidad universitaria y extra-universitaria querrá
preservar para sí, con frecuencia a costa de los intereses ajenos.
Quizás el aspecto más sensible entre
las reformas propuestas por la AN para la ley de universidades se refiera a la medular
composición del Claustro como cuerpo elector de las autoridades rectorales, a
medio camino entre lo que dice la ley actual (representación estudiantil
equivalente al 25% de la profesoral) y lo exigido por el gobierno (voto
universal y paritario para todos los trabajadores universitarios). En su lugar,
50% de representación estudiantil y derecho a voto de los profesores
instructores. Además, se propone que el Consejo Universitario incorpore por
elección un representante por el sector administrativo y obrero.
Hay mucho por hacer para ordenar la
casa en materia universitaria. Es urgente la resolución de las necesidades básicas
en materia salarial y presupuestaria. También es indispensable repensar la
universidad para hacerla más exigente en sus productos finales: una alta
calidad de formación en sus egresados y un firme nivel de investigación que nos
lleve a estadios competitivos en el escenario mundial de la ciencia y la
tecnología. No será fácil, pero estará en manos de los universitarios ponerla a
la altura de los retos que vendrán cuando la nación salga al encuentro de la
institucionalidad perdida.
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