Comunicación (Centro Gumilla, UCAB)
No. 163-164, p. 132, 2013
No. 163-164, p. 132, 2013
GIOCONDA SAN BLAS
LAS TRAMAS DE LA POLÍTICA VENEZOLANA
Leer “La Política y sus Tramas, Miradas desde la Venezuela del Presente”
(Ed. Marcelino Bisbal; Colección Visión Venezuela, Ediciones de la UCAB, 2013)
es toparse con Jano bifronte: por una parte, a pocos meses de la desaparición
física de Hugo Chávez, mirar ese pasado reciente que ya nos luce tan remoto; al
mismo tiempo, ubicarse en el presente y el futuro, sintiendo que esa figura aún
modela mucho de nuestro acontecer como país.
El libro es producto del
seminario “La política venezolana y la
construcción de mayorías más allá de lo electoral” (UCAB, 13 y 14 de
noviembre de 2012), a posteriori de la última elección presidencial que Chávez
ganara el 7 de octubre. De manera que el texto no plantea las consecuencias de
los sucesos que gravitan sobre el país desde que el 8 de diciembre de 2012 el
presidente se dirigiera a la nación por última vez y el 5 de marzo de 2013,
cuando fue anunciado su deceso. Mucho menos se aborda la vorágine subsiguiente.
Por eso el libro, siendo reciente, se lee en clave de pasado, aunque con reflexiones
útiles para el devenir político venezolano actual. Como menciona el editor en
su prólogo: “…en este libro… hallará pistas para que cada uno dé su propia
respuesta y hasta su propia interpretación de lo que pasó y está por venir”
En 24 capítulos, los
especialistas invitados abordan variados temas sociales, políticos y
electorales. Ellos escriben desde la oposición. La figura de Hugo Chávez y la
proyección del chavismo en la vida nacional son analizadas desde diversos
ángulos. Pero también las insuficiencias o errores de los factores opositores
en su lucha por la conquista del poder son objeto de reflexión.
Se nos reiteran pruebas
sobre las libertades cercenadas, las presiones sobre los medios de
comunicación, la criminalización de la protesta, el afán totalitario. Por otro
lado, se intentan comprender las razones de la alta popularidad de Chávez, a
pesar de los desastrosos resultados de gestión a lo largo de 14 años. Se nos
dice que la era de Chávez se caracterizó por mostrar la realidad de los
venezolanos olvidados por sus élites: él los reconoció y les dio significado a
sus vidas, prometiendo vengarlos y recuperar el igualitarismo omnipresente en nuestra
historia (p. 81). Las misiones le dan forma a esa aspiración y a la vez generan
una relación clientelar entre el gobierno y el elector para instalar una
sociedad totalitaria, en un engañoso juego electoral “democrático”, sociedad en
la que todo debe subordinarse a la ideología pseudo-socialista del partido
oficialista. Esto al modo de Walter Ulbright, líder del Partido Comunista de
Alemania del Este en 1945: “Debe lucir democrático, pero debemos tener todo
bajo control”.
El libro, orientado más
hacia lo electoral, no se detiene con detalle en lo ideológico. Se nos habla de
dos vértices básicos en el discurso: uno histórico-nacionalista-bolivariano y otro
redentorista-cristiano-socialista, ninguno de los cuales se corresponde palabra
por palabra a la base teórica de la que proviene, con apropiaciones
particulares de “catolicismo popular” y marxismo (p. 143). El gobierno comunal
propiciado por el gobierno como parte de ese discurso incentiva la participación
política de comunidades desarrollando “archipiélagos” cuyo único vínculo
asociativo es la dependencia material e ideológica con el gobierno o el partido
de gobierno, en una estrategia de fragmentación de la sociedad para su mejor
control (p. 91). “Divide y vencerás” es la divisa.
Como quiera que en política
la percepción vale más que la realidad, la oposición necesita revertir esa
percepción de gestión exitosa presidencial que subsiste en la mitad de la
población. Para que eso ocurra debemos hacer más que contemplar pasivamente el eventual
derrumbe de un sistema por sus propios errores. La oposición en estos años ha
descuidado la lucha social, el trabajo de base en los barrios, incapaz de
capitalizar los descontentos en esos sectores (p. 191). Una cita de Luis García
Mora (p. 173) resume, a mi juicio, parte de nuestra tragedia como opositores: “todo
lo ocurrido se ha producido por la ausencia de una política opositora en el
terreno de los excluidos. En ellos se ha centrado la política del oficialismo,
capitalizando el empoderamiento social y su estímulo, llevándolo más allá de lo
posible, precisamente porque no ha habido una oposición que tenga una oferta
política para los sectores populares mayoritarios. Ya no se puede tener
liderazgo político sin un liderazgo social”.
Tan cierto es que cuando se
analizan las variables sociodemográficas en función de las votaciones (p. 102 y
siguientes), se concluye que las entidades federales en las que Chávez se ubica
con porcentajes por encima del 59% pertenecen al grupo con menor desarrollo
humano en el país, en 124 municipios, mientras que aquellas donde la oposición
registra porcentajes por encima de 41% se encuentran en el grupo de desarrollo
humano alto, en 19 municipios, en una evidente asociación entre pobreza y votación favorable a
Chávez. Llegados a este punto, me asalta el inquietante pensamiento de que para
el régimen es importante mantener a la población en los grupos de desarrollo
humano bajo, en estado de pobreza, a fin de garantizar su perpetuación en el
poder.
La intromisión de la
religión (lo privado) en la política venezolana (lo público) del siglo XXI, a
contravía del progreso y la modernidad, es también analizada. Desde el siglo
XIX, el Estado venezolano ha sido laico por obra de las acciones que en ese
sentido ejecutó Antonio Guzmán Blanco y a las cuales se apegaron todos los
presidentes subsiguientes. Hete ahora que en pleno siglo XXI, tenemos por una
parte un Chávez sincretista religioso a conveniencia, mezclando elementos del
marxismo, catolicismo popular, evangelismo, brujería, religiones populares y
teología de la liberación para acaparar el imaginario de sus seguidores. Y por
otra, un líder opositor (Henrique Capriles Radonski) que va construyendo su
carisma con fe mariana, inserta en la religión católica tradicional. Con un
dejo de ironía, Arturo Peraza S. J. nos informa que “la Virgen es de oposición
y Jesús, chavista” (p. 164).
Esto y mucho más hay en “La
Política y sus Tramas”, un libro que nos nutre de ideas para el debate en esta
convulsionada sociedad en la que nos ha tocado vivir.
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