Facundo Cabral

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jueves, 24 de mayo de 2012

Alejandría, siglo XXI

Los fuegos alimentados por piras de libros “peligrosos” a criterio de los autócratas de siempre, engrosan una vergonzosa historia de censuras y represión. ¿La razón? Los libros trasmiten ideas. Nada más poderoso para cuestionar el poder totalitario e incitar a la rebelión contra el atraso y la opresión.
Biblioteca Marcel Roche, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)

Tal Cual

Política / Jueves 24 de mayo de 2012 / p.9
AL COMPÁS DE LA CIENCIA

GIOCONDA SAN BLAS

Alejandría, siglo XXI

En el año 48 DC, la Biblioteca de Alejandría, custodia del acervo cultural de la época, fue destruida por un incendio intencional. Grandes obras de la antigüedad se convirtieron para siempre en cenizas.

Desde entonces, los fuegos alimentados por piras de libros “peligrosos” a criterio de los autócratas de siempre, engrosan una vergonzosa historia de censuras y represión. ¿La razón? Los libros trasmiten ideas. Nada más poderoso para cuestionar el poder totalitario e incitar a la rebelión contra el atraso y la opresión.

Ahora los fuegos se han hecho virtuales. La mecha que los enciende es la de los bloqueos a Internet, los recortes presupuestarios a instituciones o las trabas burocráticas para el acceso a divisas.
Los dos últimos son aplicados sin piedad por el régimen. Las bibliotecas del país y en especial las científicas, languidecen. Siendo reservorios de los avances en el saber, indispensables para que el país avance al ritmo de los tiempos globales, su desactualización nos condena a la ignorancia.

Basten unos pocos ejemplos. La del IVIC, otrora referente de UNESCO en América Latina, con 4.692 títulos en papel, casi 12 mil en línea y 106 bases de datos, de milagro consigue presupuesto parcial y tardío. Mientras las colecciones de 2010 y 2011 sufrieron recortes cercanos al 40%, la de 2012 que debió tramitarse en octubre de 2011, todavía no se gestiona, por lo que el acceso electrónico está suspendido.
De los 297 títulos nacionales e internacionales que la Universidad de Carabobo compraba en 2008, apenas 29 nacionales se adquirieron en 2010; en esos mismos años la Universidad de Los Andes vio reducida su colección de 1.408 a 34.

En línea con el desdén del régimen por el mérito y el profesionalismo, en las comisiones administrativas de las bibliotecas oficiales los expertos son sustituidos por personajes incondicionales, sin formación en la materia.

No es de extrañar, pues, que algunos de ellos desestimen el costo anual de reposición de estas colecciones (la del IVIC, US$ 7,8 millones, apenas 12% de lo recibido por la escudería Williams). Con expresiones como “yo consigo mis revistas en cualquier kiosco”, “esas revistas ya se compraron el año pasado”, “son revistas extranjeras”, “apenas las consulta una élite de intelectuales”, exponen su incultura. Y hacen mofa de quienes, proviniendo en su mayoría de hogares humildes, estudiaron con tesón, esfuerzo personal y apoyo del Estado, para aportar al país con su saber.
Excusas para que el país no progrese y quede sumergido en el lodo pseudo-revolucionario en boga.

En referencia a la biblioteca de Alejandría, el califa Omar manifestaba: “Si no contenía más de lo que da el Corán, era inútil, y era preciso quemarla; si algo más abarcaba, era mala, y también era preciso quemarla”. Sustituya “Corán” por “régimen” y describirá al pseudo-socialismo del siglo XXI.

Publicado también en: http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/3838793.asp

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