Según el representante nacional del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa, por sus siglas en inglés), en los últimos 50 años la frecuencia de embarazos adolescentes se ha mantenido casi constante, llegando a 97,7 embarazos por cada 1.000 adolescentes de 15 a 19 años en 2022 (alrededor del 20% de nacimientos ese año), siendo 43,6 por cada 1.000 la media regional. Esta cuantificación esconde el segmento de 10 a 14 años, donde se ubica Yuleisy, lo que agrava aún más las estadísticas.
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Opinión / jueves 21 de septiembre de 2023
GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS
NIÑAS MADRES
https://talcualdigital.com/ninas-madres-por-gioconda-cunto-de-san-blas/
En funciones dentro de la
Dirección de Ciencia y Tecnología del gobierno mirandino, bajo el mandato de
Henrique Capriles Radonski, periódicamente organizábamos charlas sobre temas
diversos para profesores y alumnos de los liceos estadales. Una de ellas versó
sobre educación sexual. Al terminar el evento, dos niños, Juan de 13 años y Yuleisy
de 12, se me acercaron para que los llevara a hablar en privado con la
expositora. La jovencita estaba embarazada y querían orientaciones.
¿Un caso único en
Venezuela? Por el contrario, una situación presente en la sociedad venezolana
desde tiempo inmemorial. Según el representante nacional del Fondo
de Población de las Naciones Unidas (Unfpa, por sus siglas en inglés), en
los últimos 50 años la frecuencia de embarazos adolescentes se ha mantenido
casi constante, llegando a 97,7 embarazos
por cada 1.000 adolescentes de 15 a 19 años en 2022
(alrededor del 20% de nacimientos ese año), siendo 43,6 por cada 1.000 la media
regional. Esta cuantificación esconde el segmento de 10 a 14 años, donde se
ubica Yuleisy, lo que agrava aún más las estadísticas. Según lo expresado por
la oficial del programa de Educación Sexual Integral-Unfpa,
durante la pandemia se incrementó el número de embarazos en niñas menores de 15
años, producto fundamentalmente de abuso sexual.
El embarazo temprano en
Venezuela se debe a múltiples factores, entre ellos, pobreza, ausencia de
educación sexual integral, falta de acceso a métodos anticonceptivos, barreras
culturales. Una madre adolescente tiene más riesgos de complicaciones durante
el parto y de traer al mundo a un niño de bajo peso. Una vez llegado el bebé,
sobreviene la brecha educativa; por lo general, esas niñas no regresan a la escuela.
Tratando de sobrevivir con el bebé, buscan trabajos precarios, los únicos
posibles dada su escasa formación. Es también un freno a la transformación
social que implica el avance y modernización de un país. Porque un país que avanza
incorpora a la mujer en la fuerza de trabajo, estimula su progreso intelectual,
le da autonomía financiera y física, reduce el ciclo de la pobreza y mitiga las
pérdidas económicas para el estado.
Es de notar que en los
muchos textos consultados para escribir esta nota no encontré ni una sola
referencia a la responsabilidad de los varones en el embarazo de las niñas. Es
como si ellas hubieran llegado a ese estado por fecundación virginal. Cuentan
para eso con el respaldo del hegemón
de turno, quien en 2020 exhortó a la mujer venezolana a parir sin descanso: «¡A
parir, pues, a parir! Todas las mujeres, a tener seis hijos, ¡todas! Que crezca
la patria». O sea, parir y llenarse de hijos es asunto de mujeres. Un llamado
irresponsable, entre otras razones porque han sido sus políticas económicas
desastrosas y el saqueo de las arcas públicas las causantes de que la patria se
vacíe y pierda su bono
demográfico, como consecuencia del éxodo de venezolanos en busca de un
mejor futuro (casi 8 millones o 25% de la población, concentrado
mayoritariamente en gente en edad productiva, 18 a 64 años).
En 2018 el comité de
estadística de embarazo adolescente, creado unos años antes, presentó el PRETA,
Plan Nacional para la Reducción del Embarazo a Temprana Edad, un plan que pondría
a Venezuela en el camino correcto de dirección estratégica, lineamientos claros
y responsabilidades asignadas para reducir los embarazos adolescentes.
En el marco del plan
PRETA, en 2021 se publicó una resolución ministerial (Gaceta
Oficial 42.063) que regularía «los procesos de incorporación de la
educación integral de la sexualidad en el subsistema de educación básica» (art.
1), con lo cual niños, niñas y adolescentes obtendrían «su salud integral y
bienestar característico de la Revolución Socialista Bolivariana» (sic, art. 2-3). Que a estas fechas
mantengamos tan alto índice de embarazos adolescentes es la mayor prueba del
fracaso del plan. No podía ser de otra manera, si las orientaciones pedagógicas
sobre educación integral de la sexualidad vienen incrustadas en un sistema
escolar con notorias
deficiencias.
Además de esas
normativas, actualmente en la Asamblea Nacional reposa un proyecto
de Ley de Prevención, Reducción y Erradicación del Embarazo a la Temprana
Edad y en la Adolescencia, en espera de su discusión y aprobación. Ojalá tenga
mejor suerte que las normativas actualmente vigentes.
El próximo 26 de
septiembre marca el Día Mundial de Prevención del Embarazo en la Adolescencia,
fecha propicia para traer a la reflexión un tema de particular gravedad individual
y social. Ojalá que el significado de ese día se mantenga a flote los
siguientes 364 días del año, como recordatorio permanente de la obligación que
tienen el estado (Constitución, capítulo V) y la sociedad de proteger a los más
vulnerables, para que no haya más Juanes ni Yuleisys cerrándose opciones de
vida prematuramente.
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