Se hablaba de un movimiento de resistencia al régimen, dirigido por las principales figuras políticas de los partidos en la clandestinidad, unidos sin mezquindad en el esfuerzo por dar al traste con la dictadura.
Opinión / jueves 19 de enero de 2023
GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS
MARIAN ANDERSON Y SANTOS YORME
https://talcualdigital.com/marian-anderson-y-santos-yorme-por-gioconda-cunto-de-san-blas/
A 65 años del 23 de enero de 1958, en recuerdo de quienes dedicaron sus vidas a dejarnos un legado de libertad y democracia que estamos obligados a rescatar.
Tendría
yo unos 13 años cuando mi papá trajo a casa un disco de vinilo de donde surgía
una música extraña, diferente a la que escuchábamos en la modesta discoteca
hogareña, compuesta en buena parte de ópera y música criolla para satisfacer,
supongo, la mezcla de culturas italiana y venezolana que mi hermano y yo
heredamos de nuestros padres.
Ese
nuevo aporte a la colección casera no calzaba en tales categorías. De él surgía
una voz cálida y profunda, nacida del dolor opresivo de un pueblo marginado y
abusado. Era la voz de la exquisita contralto Marian Anderson
(1897-1993) quien desde los años 30 del siglo XX y hasta 1964, cuando se retiró
de los escenarios, había captado el favoritismo de audiencias en Europa y
América, sin reparar en la segregación imperante. Marian no solo cantaba los
grandes lieder de la música universal
sino, sobre todo, los spirituals
entonados por los esclavos norteamericanos para expresar sus penurias y sus
deseos de libertad en frases de aparente inocencia.
En una
de esas trovas, «Go
down, Moses», dedicada ostensiblemente al pueblo de Israel cautivo en
Egipto (Éxodo, 1-10), Dios ordena a Moisés «…pedir al faraón de Egipto / liberar a mi
pueblo, Israel /… [que] está en tierra egipcia…». El significado oculto de esos
versos no era otro que una exaltación de Harriet Tubman, esclava
fugitiva que desde Filadelfia adonde había escapado en 1850, se ocupó por años de
ayudar a unos 700 esclavos de Maryland a cumplir su sueño libertario, a riesgo
de su propia vida. Su nom de guerre
era «Moisés».
Mi
contacto con Marian Anderson y su voz maravillosa ocurrió en los años finales
de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, a quien creímos el último dictador de
esta tierra y de cuya caída celebraremos 65 años el próximo 23 de enero. Aunque
alejados de actividad política, en mi familia y en tantas otras se comentaban sotto voce noticias no publicadas en los
medios de comunicación de la época, sometidos a fuerte censura. Se hablaba de
un movimiento de resistencia al régimen, dirigido por las principales figuras
políticas de los partidos en la clandestinidad, unidos sin mezquindad en el
esfuerzo por dar al traste con la dictadura, mientras entregaban sus vidas o
las ponían en riesgo a golpe de prisiones y tortura, para darnos la libertad
que exigían los tiempos.
Al
igual que Harriet / «Moisés», nuestros luchadores libertarios llevaban nombres
clave. Bajo esa cobertura subterránea seguimos las andanzas de Pompeyo Márquez
(«Santos Yorme»), del sindicalista Eloy Torres («Carlos Oraá») y del líder estudiantil
Héctor Rodríguez Bauza («Hugo»), los tres del Partido Comunista de Venezuela
(PCV); nos enteramos de los asesinatos de Leonardo Ruiz Pineda («Alfredo») y
Antonio Pinto Salinas («Luzardo»), sucesivos secretarios generales de Acción
Democrática (AD), a manos de la Seguridad Nacional, mientras Alberto Carnevali
(«Alí»), también secretario general de AD en la clandestinidad, moría en la
cárcel; supimos de las actividades de Fabricio Ojeda («Roberto»), de Unión
Republicana Democrática (URD); entre muchos otros. No faltaron mujeres en lucha
encubierta: la poeta Lucila Velásquez («Estrella»), la abogada Isabel Carmona («Lidia»)
actual presidenta de Acción Democrática (la original), son solo un par de las
muchas que soterradamente se incorporaron a la lucha.
Recién
estrenada en 1958, no entendimos que la democracia para mantenerse necesita ser
defendida y ganada día a día, sin tregua. A lo largo de 40 años posteriores a
1958, intereses aviesos socavaron poco a poco las bases siempre frágiles del
país democrático, para llegar en 1999 al régimen que en 24 años ha destruido la
institucionalidad que tanto costó tejer. Siguiendo los versos en el cantar de
Marian Anderson, gran defensora de derechos civiles además de eximia cantante,
ahora también clamamos por el regreso de Israel a su tierra, por esos 7
millones y medio de venezolanos, forzados al exilio en búsqueda de un futuro mejor
para sí y los suyos.
Estamos
obligados a rescatar el legado de quienes en su momento lucharon hermanados por
la democracia y la libertad que nunca debimos dejar ir. Santos Yorme, Carlos
Oraá, Hugo, Alfredo, Luzardo, Alí, Roberto, Estrella, Lidia y muchos más así
nos lo reclaman. Se lo debemos también a los cientos de asesinados y presos
políticos de este tiempo sombrío, así como a la sociedad civil de nuevo movilizada
en reclamo por sus derechos. El próximo 23 de enero es una nueva oportunidad
para saldar esa deuda. Manos a la obra.
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*Gracias
a Alfredo Padilla y Rafael Simón Jiménez por sus aportes a esta nota.
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