...Aquellos intelectuales extranjeros, a quienes rindo modesto homenaje en esta nota, que poblaron la Venezuela de ayer para enraizar en las generaciones de hoy el valor de la libertad de cátedra, de expresión y de pensamiento, valores que nos toca defender sin descanso, en aras de crear esa república civil, democrática, abierta el pensamiento universal que hoy espera por nosotros.
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Opinión / jueves 15 de septiembre de 2022
GIOCONDA CUNTO DE SAN BLAS
17 de diciembre de 1935. Fin de una era e inicio tardío del siglo XX en Venezuela, al decir de Mariano Picón Salas. El dictador Juan Vicente Gómez muere plácidamente en su cama, luego de 27 años de tiranía, dejando a su paso un país atrasado, con 64% de analfabetas mayores de 7 años y una población de casi 700 mil niños de 7 a 14 años (21% de la población total), de la que sólo el 20% (unos 14 mil escolares) estaba inscrito en la escuela primaria.
En ese erial, un grupo
selecto de venezolanos emprende acciones dentro de lo que se llamó el Programa
de Febrero del gobierno de Eleazar López Contreras en busca de soluciones a los
ingentes problemas dejados por la administración gomecista, entre ellos, de
manera principal, el tema educativo.
De regreso de Chile
donde cursó estudios en el Instituto Pedagógico de Santiago, y en su papel de
Superintendente de Educación Nacional, Don Mariano y el Ministro de Instrucción
Pública de la época, Rómulo Gallegos, contratan la primera de tres
misiones educativas chilenas (1936, 1939 y 1946), en afán de modernizar la
educación venezolana con el auxilio de destacados docentes de ese país. De la
primera, bajo la jefatura de Oscar Vera Lamperain, surge el Instituto
Pedagógico de Caracas, «…con el objeto de preparar un profesorado especializado
en letras y ciencias para la Educación Secundaria de la República, y […]
contribuir al desenvolvimiento de la alta cultura en Venezuela y a la formación
de expertos en distintas ramas científicas y técnicas». Su trayectoria perdura
y se proyecta en nuestros tiempos bajo la figura de Universidad Pedagógica
Experimental Libertador (UPEL).
Si bien estas fueron
misiones especialmente contratadas por el Estado venezolano con el objetivo
preciso de modernizar la república, desde entonces docentes, investigadores e
intelectuales fueron llegando poco a poco al país, la mayoría de las veces aventados
por dictaduras y totalitarismos de diverso pelaje.
Fueron muchos los
intelectuales españoles republicanos que recalaron en las costas venezolanas y
se insertaron en nuestras universidades, donde encontraron un ambiente más
propicio que la España franquista para el desarrollo de sus programas docentes
y de investigación. Con ello dieron aportes valiosísimos a la cultura y a la
educación nacional, cuyos ecos perduran al día de hoy. Pedro Grases, Juan David
García Bacca, Manuel García-Pelayo, Manuel Pérez Vila, Juan Nuño, Eugenio Imaz,
Federico Riu, Marco Aurelio Vila son apenas unos pocos nombres de una larga
lista de exiliados españoles que en muchos casos se establecieron en el
país para siempre. Perdía España un rico caudal de conocimiento y lo ganaba
Venezuela, sin haber aportado nada para su formación.
Hubo también quien
llegara huyendo del nazismo, que avanzaba en Europa al paso macabro de los
hornos crematorios, y quienes más tarde vinieron a sembrar ciencia en una
Venezuela sedienta de conocimientos, en huida de una Europa devastada por la
guerra. Werner Jaffé, Gernot Bergold, Karl Gaede, Gunnar Svaetichen son apenas
una pequeña muestra de investigadores europeos que hicieron vida con nosotros,
abriendo escuelas de formación para jóvenes venezolanos ávidos de insertarse en
el mundo del saber. También en esa época Venezuela recibe a algunos argentinos
exiliados por el gobierno peronista, entre ellos Salomón Horovitz,
eminente genetista que hoy da su nombre al Instituto de Genética de la
Facultad de Agronomía de la UCV.
Los vientos
dictatoriales en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay en la década de 1970 llevan
al exilio a miles de personas, entre ellas, muchos profesores universitarios
que son captados por diversas instituciones nacionales para fomentar y
enriquecer los estudios en las más variadas ramas de saber. La lista es larga.
Baste para representarlos: Víctor
Penchaszadeh, genetista argentino y cofundador del Banco Nacional de Datos
Genéticos para el rastreo de hijos de desaparecidos por la dictadura, el
matemático uruguayo y años más tarde Rector de la Universidad de la República
en Montevideo Rodrigo
Arocena, el sociólogo y posteriormente presidente de Brasil Fernando
Henrique Cardoso, el escritor chileno Fernando Lamberg,
como miembros de esa pléyade de docentes e intelectuales que se aposentaron de
manera temporal o definitiva en la Venezuela democrática y generosa de la post
dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
En una vuelta de
tuerca, aquellos ciudadanos de ultramar que veían a Venezuela como destino
amable en el cual desenvolver su vida familiar y profesional, en democracia, provistos
de seguridad social y sueldos acordes con su preparación, han visto con estupor
los cambios ocurridos en 23 años de régimen «revolucionario». De aquella
Venezuela pujante poco queda. Con una economía en ruinas y un sistema educativo
destruido en todos sus niveles (destrucción por diseño, al decir de mi querido
amigo @MujicaVladimiro), con más del 40%
de los docentes migrados en su mayor parte por razones económicas y de inseguridad
social, el régimen pretende pasar como renovador de la respetable tradición de
intercambio académico entre docentes, científicos, tecnólogos, humanistas, para
plantear
cínicamente como novedad la idea de «… traernos a los mejores profesores,
los mejores científicos del mundo a dar clases en Venezuela en las
universidades y a formar a nuestros profesores».
Con sueldos no
competitivos a nivel internacional (US$ 100 aquí; US$ 3.000 allá) ¿a quiénes
van a traer? ¿Solo a quienes tendrían compromisos políticos e ideológicos con
el régimen? Eso estaría lejos del actuar de aquellos intelectuales extranjeros,
a quienes rindo modesto homenaje en esta nota, que poblaron la Venezuela de
ayer para enraizar en las generaciones de hoy el valor de la libertad de
cátedra, de expresión y de pensamiento, valores que nos toca defender sin
descanso, en aras de crear esa república civil, democrática, abierta el
pensamiento universal que hoy espera por nosotros.
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