Facundo Cabral

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jueves, 5 de diciembre de 2019

Discurso Premio Simón Bolívar USB

Celebramos el Día del Profesor Universitario. La fecha escogida no es producto del azar. El 5 de diciembre de 1958 Edgar Sanabria, Presidente de la Junta de Gobierno encargada de la República a la caída de quien creímos sería el último dictador, sancionó el Decreto Ley N° 458 que regularía la vida universitaria hasta el 8 de septiembre de 1970 cuando se aprobó la Ley de Universidades todavía vigente. En ambos documentos se estableció la autonomía como principio rector de las universidades venezolanas, un principio que luego fue refrendado con más firmeza que nunca en el artículo 109 de la actual Constitución Nacional de 1999.



https://www.el-carabobeno.com/comunidad-la-usb-indignada-imposicion-vicerrector-cnu/



DISCURSO EN EL ACTO DE ENTREGA DEL PREMIO SIMÓN BOLÍVAR
OTORGADO POR LA ASOCIACIÓN DE PROFESORES DE LA  
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR (APUSB)
Gioconda Cunto de San Blas
Viernes 6 de diciembre de 2019
Casa del Profesor, USB
Vocativos…

Debo comenzar expresando mi gratitud a la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar, en particular a su presidente William Anseume y demás miembros de la directiva, así como al jurado evaluador por haber visto en mí algún mérito que justifique un galardón que me abruma por lo distinguido y obliga una vez más a reiterar mi fidelidad a la universidad venezolana en la defensa de sus principios y valores, de su autonomía, tan duramente golpeados en esta época oscura que nos ha tocado vivir.

Celebramos el Día del Profesor Universitario. La fecha escogida no es producto del azar. El 5 de diciembre de 1958 Edgar Sanabria, Presidente de la Junta de Gobierno encargada de la República a la caída de quien creímos sería el último dictador, sancionó el Decreto Ley N° 458 que regularía la vida universitaria hasta el 8 de septiembre de 1970 cuando se aprobó la Ley de Universidades todavía vigente. En ambos documentos se estableció la autonomía como principio rector de las universidades venezolanas, un principio que luego fue refrendado con más firmeza que nunca en el artículo 109 de la actual Constitución Nacional de 1999.

Fue Alfonso X, llamado el Sabio, a mediados del siglo XIII, ya fundadas las universidades de Bologna en 1088, Sorbona en 1150, Cambridge hacia 1209 o Salamanca en 1218, por citar unas pocas, quien sentó las bases para lo que más tarde tomó cuerpo como autonomía universitaria. Efectivamente, en las Partidas de Alfonso el Sabio, en particular la Partida Segunda, Título 31, dedicada a “los estudios en que se aprenden los saberes, y de los maestros y de los escolares”, se enumeran las artes, gramática, lógica, retórica, aritmética, geometría, música y astronomía, requeridos para formar parte de la instrucción de “hombres sabios, que de ellos se aprovechan y se guardan los reinos y las tierras y se guían por consejo de ellos” (1). De manera que el concepto autonómico tiene abolengo.

En esas universidades medievales, el poder del Rector y del Maestrescuela, especie de vicerrector administrativo, era apenas compensado por la periódica intervención del Rey, que regularmente salvaguardaba la autonomía de la Universidad (¡quién lo hubiera dicho!) frente a las desmedidas ambiciones de la Iglesia, la nobleza o los ayuntamientos (2). Poco a poco, el gobierno rectoral estudiantil medieval fue decantándose en el Claustro Universitario y es esta estructura autonómica la que hereda la Universidad de Caracas, creada por Real Cédula de Felipe V en 1721.

Haciendo breve una larga historia de tres siglos, a cumplirse el 22 de diciembre de 2021, destaquemos el año 1827 cuando Simón Bolívar aprobó los Estatutos Universitarios con el apoyo del Claustro de la Universidad de Caracas, dirigido entonces por quien ha sido uno de nuestros grandes próceres civiles de todos los tiempos, el Rector Dr. José María Vargas. En dichos Estatutos Universitarios se ratificó la anterior disposición real de 1784 para la elección del Rector en Claustro de Doctores, liberándose además los requisitos de acceso al cargo, al permitirse la elegibilidad de los Doctores en Medicina y de los Doctores que no fuesen Catedráticos (2). 

Se atribuye al Libertador el haber dicho en esa oportunidad que “el más preciado instrumento para la conservación y defensa de la libertad es una universidad capaz de formar hombres libres para dirigir la vida colectiva en búsqueda del beneficio común", un precepto todavía válido y muy a tono con las instrucciones de las Partidas de Alfonso el Sabio, ya mencionadas.

La ratificación de gobierno autonómico en los Estatutos Universitarios de 1827 es, a mi juicio, uno de los más importantes legados bolivarianos y es el que resalta en la estatua del Bolívar civil, obra del escultor peruano Joaquín Roca Rey, ubicada a pocos metros de la Casa Rectoral de esta Universidad. Lápices y libros en vez de balas, parece decir don Simón a su alter ego militar, mientras sostiene en su mano derecha el pergamino estatutario.

Desde ese año de 1827, la autonomía universitaria en Venezuela ha sido manjar apetitoso en las fauces de gobiernos dictatoriales o autoritarios; hasta gobiernos electos democráticamente se han visto impulsados a morderla. Es que está en la naturaleza humana la tentación del poder absoluto y está en nosotros ponerle freno.

Saltando de nuevo sobre los tiempos históricos y omitiendo la larga secuencia de intervenciones anti-autonómicas de los más diversos gobiernos de turno a lo largo de casi dos siglos, a efecto de brevedad en mi discurrir me centraré en nuestra realidad actual.

Desde hace más de tres lustros, la universidad venezolana está siendo sometida a un acoso implacable del régimen para quebrar su espíritu autonómico y ponerle freno a la libre difusión y discusión de las ideas. No podía ser de otra manera, dada la naturaleza del autócrata. Presupuestos congelados en el tiempo, al margen de la brutal inflación que nos aplasta, sueldos ruinosos para los profesores universitarios, laboratorios carentes de recursos para investigación, bibliotecas desactualizadas, servicios al mínimo, forman parte del acoso administrativo.

A estos se suman los actos vandálicos de grupos violentos contra las universidades autónomas, constituidos en política de estado en afán de obligarlas a declinar su autonomía y libertad de cátedra, y en intención de reducirlas a meros locales donde el principio de debatir con el pensamiento o convencer con razones, esencia del espíritu universitario, sea anulado, como ya sucede en las universidades creadas en estos últimos años. En su lugar, imponer una única verdad por la fuerza bruta.

El ataque a las universidades y sus autonomías llega ahora a su zenit con el disfraz de argumentos paralegales, concentrados en la sentencia 0324 del Tribunal Supremo de Justicia que bajo la premisa de renovar autoridades luego de años de atraso en la materia, ordena a las universidades autónomas a celebrar elecciones tumultuarias en su seno, a más tardar el próximo mes de febrero de 2020, con el indisimulado propósito de aniquilar el Claustro Universitario y hacerse con el control institucional.

Con esa decisión el TSJ se pone una vez más de espaldas a la Constitución de 1999, calificada en estos tiempos revolucionarios como “la mejor constitución del mundo”, documento que como ya dijimos, en su artículo 109 consagra, con más énfasis que nunca antes en nuestra legislación, el principio autonómico que rige a nuestras universidades. Se pone también de espaldas a la Ley de Universidades de 1970, todavía vigente, que igualmente preserva dicho principio autonómico y la potestad de darse su propio gobierno a través del Claustro Universitario, conformado este por los profesores universitarios, una representación estudiantil y otra de egresados de la institución, en proporciones definidas en el artículo 30 de dicha ley. De nada han valido los recursos de oposición interpuestos por las universidades nacionales ante la sentencia 0324, todos ellos declarados sin lugar por los así llamados “magistrados” del Tribunal Supremo de Justicia.

Lo más indignante es que toda esta política sistemática de violencia destinada a sojuzgar la universidad es estimulada por personajes egresados de esas mismas aulas, algunos de ellos incorporados a su cuerpo profesoral o ya en posición cuestionable de directivo impuesto por el Consejo Nacional de Universidades. Durmiendo con el enemigo, pues.

Son ellos versiones tropicales desteñidas de Martin Heidegger, quien con su “Principio del Líder” exhortó a Hitler a colocar a las universidades alemanas bajo el control del partido nazi, o de Giovanni Gentile, ministro de Educación del fascismo que colocó a la universidad bajo su tutela, al punto de exigir a los docentes universitarios un juramento de fidelidad y devoción a la Italia fascista y a Mussolini, acto al que solo 12 profesores universitarios de un total de 1.231 en toda Italia se opusieron. Doce ejemplos históricos de dignidad académica para estos convulsionados tiempos (3).

Volviendo a nuestro vecindario y a la sentencia 0324 del TSJ, surge como pregunta: ¿qué hacer frente a la imposición del régimen a llevar adelante una elección tumultuaria de autoridades universitarias, violatoria de la Constitución Nacional en su artículo 109 y de la Ley de Universidades en sus artículos 9 y 30?

En el entendido de que el disfraz jurídico oculta una torcedura política, hay tres opciones a mi parecer: la primera es complacer al régimen e ir a elecciones en los términos anticonstitucionales establecidos en la sentencia de marras, una opción ya dignamente negada de plano por las propias universidades, la Asociación de Rectores Universitarios (AVERU), las Academias Nacionales y otras instituciones.

La segunda opción es no hacer nada, dejar pasar la fecha y esperar la reacción del régimen. No hacer nada traerá como resultado la nada y probablemente la imposición forzosa y mansa de autoridades afectas al régimen. Política y electoralmente, sea en universidades o en cualquier terreno de la vida nacional, la nada y su vacío correspondiente conducen a que tal vacío sea llenado con premura por quienes estén dispuestos a servir inescrupulosamente a los amos del poder. Ya lo hemos vivido en tiempos recientes, por lo que debemos aprender de los errores pasados.

De manera que a mi juicio solo nos queda una tercera opción: oponerse activamente a la sentencia 0324. En este punto, me tomaré una licencia que espero sea tolerada por los dignos integrantes de la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar, en el sentido de opinar sobre decisiones de su Asociación, divulgadas por redes sociales.

En mi modesta opinión, las decisiones tomadas por la Asamblea Extraordinaria, declarada permanente, de Profesores de la Universidad Simón Bolívar el pasado 27 de noviembre son correctas aunque insuficientes: al rechazar contundentemente la sentencia 0324 del Tribunal Supremo de Justicia que pretende imponer elecciones en las universidades en abierta violación de normas constitucionales y legales, los profesores de esta noble Casa de Estudios reafirman lo ya decidido por la AVERU. Por otra parte, deciden también dar la pelea en el campo político universitario al impulsar y propiciar, por todos los medios posibles, la realización de elecciones rectorales, bajo el amparo cabal de la Constitución Nacional, la Ley de Universidades vigente y los reglamentos internos de la universidad.

Es decir, recoger el guante que de manera aviesa ha lanzado el régimen en aras de quebrantar institucionalmente a las universidades y devolverlo con las armas legales a disposición: presionar para designar la comisión electoral que haga posible esas elecciones con participación exclusiva de los integrantes del Claustro Universitario, según lo establecido en el artículo 30 de la Ley de Universidades.

Para una acción de este tipo es necesario que toda la comunidad universitaria, no solo los profesores, esté cohesionada hacia ese objetivo. ¿Lo está? No lo sé.  ¿Estarán los empleados y obreros dispuestos a renunciar a lo que podrían interpretar equivocadamente como una oportunidad de participación y no como lo que verdaderamente es, una oferta engañosa, un intento totalitario del régimen de usarlos como peones para apropiarse de los últimos reductos de pensamiento libre? Ya se ha hecho en otros institutos de investigación científica. ¿Se ha hecho aquí alguna gestión de acercamiento con esos sectores?

Una acción solitaria, si no va acompañada de acciones conjuntas, masivas, puede resultar frágil y serviría para justificar reacciones del régimen en contra de la universidad. No les quepa la menor duda. Pero no hacer nada tampoco puede ser una opción, como ya dije. Construir esa cohesión es un primer paso, a sabiendas de las consecuencias. Ya los profesores de la Universidad Simón Bolívar han recibido un primer sorbo de tal quebrantamiento al habérseles impuesto, vía Consejo Nacional de Universidades, un Vicerrector Académico, persona que en estos momentos cumple, además, las veces de Rector interino por enfermedad del Rector titular, a quien deseo pronta y total recuperación. De manera que la decisión de los profesores de la USB debe ser analizada a los efectos de lograr acciones de conjunto no solo internas a la USB sino extendidas a todas las universidades autónomas del país, para reforzar los principios y valores autonómicos.

¿Qué pasaría si se hace realidad una acción de conjunto, cohesionada y simultánea en todas las universidades autónomas con períodos vencidos en sus directivas? ¿Se atrevería el régimen a enfrentar a todas ellas al unísono? No lo sé. Pero sí sé que en esto de asumir actitudes aguerridas tenemos mucho que aprender de los estudiantes universitarios de hoy y de siempre, cuyo irreductible arrojo para defender su presente y salvaguardar su futuro nos admiran.

Estos son tiempos en que no vale el silencio cómplice, el mirar hacia otro lado. Por el contrario, son momentos en que cada quien debe replantearse su posición frente al Estado para impedir que decisiones individuales erróneas nos lleven más adelante a merecernos una condena colectiva similar (aunque, sin duda, en un contexto diferente) a la que el Brigadier General Telford Taylor lanzó a los académicos alemanes en los juicios de Nuremberg, al increparles su falta de decisión para oponerse a la pseudo-ciencia nazi. Dijo entonces el General Taylor: “...Ustedes son los hombres que fallaron absolutamente a su país y su profesión, que no mostraron coraje, ni sabiduría, ni vestigio alguno de carácter moral...” (4). Nuestros profesores y estudiantes universitarios estarán por encima de esa lapidaria sentencia. No espero otra cosa.

Muchas gracias.

REFERENCIAS

2.- Navas Blanco, Alberto. Autonomía, democracia y universidad: El caso de la Universidad Central de Venezuela. Rev. Ped v.29 n.84 Caracas jun. 2008  http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-97922008000100008

3.- Franco Venturi. Utopía y reforma en la Ilustración (Historia y Cultura). Siglo XXI editores Argentina SA. 2014, ISBN 978-987-629-400-3.

4.- Brig. General Telford Taylor. Opening Statement in the Doctors Trial https://famous-trials.com/nuremberg/1912-doctoropen

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