Los tiempos cambiarán, más pronto que tarde, estoy segura. Llegará el momento en que dejaremos este desierto para reencontrarnos como país en un proyecto que apunte al progreso basado en el valor del trabajo y no en la limosna, con un programa de consenso que pueda ser aceptado por todos. Antes se ha hecho ¿por qué no ahora?
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/04/20/actualidad/1492679396_957991.html
http://www.mundotkm.com/lifestyle/2017/04/20/impresionante-las-fotos-impactantes-la-marcha-del-19-abril-venezuela/
Opinión / Jueves 27 de abril de 2017
http://www.talcualdigital.com/
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA SAN BLAS
MARCHAS, AQUÍ Y ALLÁ
Es sábado 22 de abril, Día Mundial de la
Tierra. Día escogido por los científicos norteamericanos para su Marcha por la Ciencia.
Día seleccionado por nuestra oposición para la Marcha del Silencio.
Fue una jornada dedicada por los
venezolanos a homenajear en respetuoso silencio a los compañeros asesinados en trágicas
jornadas de violencia estatal a lo largo de varios años, signadas por el uso de
armas letales contra manifestantes pacíficos que reclaman el regreso a la libertad,
a la democracia, a la constitucionalidad, a una vida en paz y progreso. Al
contrario de las anteriores marchas realizadas en estas dos últimas semanas,
esta del silencio no sufrió los ataques despiadados del régimen y pudo cruzar
el “límite” del municipio Libertador sin mayores tropiezos, tal vez porque su
destino, la Conferencia Episcopal, si bien un factor importante en la sociedad
venezolana, no tiene para el régimen la carga simbólica de poder que todavía
representan las maltrechas instituciones a las que hemos querido llegar en
manifestaciones previas (CNE, TSJ, Defensoría). Al momento en que escribo (25/04/17) se ha
anunciado otra marcha hacia alguna de esas 3 instituciones. Ojalá se haya
podido llegar sin obstáculos. (Nota del miércoles 26/04/17: la misma furia represora, otro joven de 20 años asesinado con una bomba lacrimógena lanzada a su pecho).
Ese mismo 22 de abril, tan significativo
para la defensa del ambiente, los científicos norteamericanos protestaron
contra los dramáticos recortes presupuestarios del presidente Trump al sector y
contra la censura que pretende imponer a la difusión de datos científicos que
enfrentan su particular percepción del mundo. La marcha fue replicada en más de
500 ciudades de todo el mundo, consolidando la idea de que la ciencia, la
tecnología y la innovación (CTI) en el mundo moderno son interdisciplinarias y
transnacionales. Las marchas también llamaron la atención hacia la poca
valoración política de la CTI como motor indispensable de progreso en el siglo
XXI en temas de salud, energía, ambiente, tecnología y más. Y sirvieron para
destacar de nuevo que la CTI exige un ambiente de libertades para su apropiado
devenir, donde quiera que se realice.
En fin, dos marchas, una misma brega por
un mundo mejor, en libertad y democracia. Ambas, valores representativos de derechos
humanos y civiles exigidos por la sociedad y sujetos al escrutinio y presión de
instituciones supranacionales. Tales principios son igualmente entrañables a
los científicos y a todos quienes trabajan el mundo de las ideas. Porque sin
libertad para pensar y democracia para expresar las ideas, no hay progreso social
posible.
En las Marchas por la Ciencia vimos
pancartas que nos llaman a luchar contra la ignorancia porque “es el elemento
más tóxico”, para lo cual se requiere de “una política de estado en educación,
ciencia y tecnología”, mensajes que pueden perfectamente ser usados en nuestras
manifestaciones porque ellos apuntan a un mejor país, con educación de calidad
para todos y progreso sostenido, aspiración expresada hoy en las voces de
protesta contra el atraso decimonónico a que nos ha llevado el régimen en todos
los órdenes, en casi veinte años de destrucción institucional.
El pasado sábado 22 de abril, un querido
colega exiliado me escribió: “Con cabeza fría marché aquí por la ciencia en
esta ciudad lejana que me ha cobijado, aunque con mi corazón ardiente allá, en
las calles de mi país”. Quiero pensar que no fue el único en hacerlo entre las
decenas de miles de profesionales que ahora derraman su saber en comarcas
extrañas, emigrados por falta de valoración meritoria en el terruño luego del embate
irracional contra el conocimiento, propiciado por un grupete de funcionarios
incultos, ágrafos, arrogantes del poder y ajenos a cualquier barniz
intelectual.
Los tiempos cambiarán, más pronto que
tarde, estoy segura. Llegará el momento en que dejaremos este desierto para
reencontrarnos como país en un proyecto que apunte al progreso basado en el
valor del trabajo y no en la limosna, con un programa de consenso que pueda ser
aceptado por todos. Antes se ha hecho ¿por qué no ahora? Allí deberán estar la
CTI y sus protagonistas como elementos de importancia. Será responsabilidad
nuestra impulsar esa ruta de bienestar que bien nos merecemos.
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