Es desolador que Venezuela, nuestro país, que recibió un millón de millones de dólares por concepto de renta petrolera en esta era infame, deba ser considerada ahora como candidata a abastecerse de una precaria agricultura que nos excluye de la lista de países en desarrollo.
Opinión / Jueves 10 de marzo de 2016 /
http://www.talcualdigital.com/Nota/123984/romance-de-la-tierra-yerma
AL COMPÁS DE LA CIENCIA
GIOCONDA SAN BLAS
ROMANCE DE LA TIERRA YERMA
Comenzando el siglo XXI, los
países desarrollados continuaron apropiándose del conocimiento científico para
convertirlo en instrumento de progreso e innovación. En agricultura, una
población creciente que exigía cada vez más alimentos, requirió de nuevas
tecnologías para que la productividad por hectárea aumentara notablemente.
Mientras tanto, en nuestros campos,
el paso de Atila bajo la figura de un régimen depredador, se dedicó por más de
una década en el inicio de milenio a confiscar tierras sin pagarlas, la mayoría
en plena producción. Casi 4 millones de hectáreas fueron robadas y entregadas a
campesinos o invadidas por extraños que en ánimo de barbarie, destruyeron las
fincas.
Más de 1,6 millones de hectáreas
en 2008 fueron
reducidas a 500 mil en el siguiente sexenio. Mientras la población crecía a
un ritmo de 500 mil habitantes por año, la
superficie de siembra de arroz, maíz y caña de azúcar disminuyó en 33
%, 40 % y 55 %, respectivamente. La caraota perdió 78% de sus plantaciones,
lo que permitió a República
Dominicana pagar el petróleo que recibía por Petrocaribe con 10 mil
toneladas del grano, a precio de gallina flaca.
Cuando hubo dinero, resultado
de los altos precios del petróleo, el régimen pudo sustituir con importaciones su
labor destructiva de fundos, enriqueciendo a los productores extranjeros
mientras arruinaba a los nativos. Claridad para la calle y oscuridad para la
casa.
Así las cosas, las
importaciones agrícolas fueron aumentando de 1,2
millones a fines del siglo XX a 10 mil millones en 2014. Dilapidada la
riqueza en regalos y corrupción, nos quedamos ahora sin producción agrícola
local ni posibilidades de importar productos de la dieta básica para alimentar
a nuestro pueblo. Han llegado el hambre y las colas en búsqueda de alimentos, tal
como previeron los economistas hace varios años.
En medio de tal desbarajuste,
la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la
Agricultura), por mano de su representante en nuestro país, el brasileño
Marcelo Resende, se permitió en 2013 el cinismo de otorgar al régimen un
reconocimiento a sus esfuerzos en pro de la alimentación de los venezolanos,
premio que mereció una justificada protesta, cuya esencia fue recogida en carta
de Carlos Machado Allison. No contento con esto, hace pocas semanas cuando
la crisis alimentaria ya no puede ser ocultada, el señor Resende nuevamente se
burla de nosotros al solidarizarse con el régimen, dando un espaldarazo a la
agricultura urbana como pretendido método para asegurar la alimentación de
nuestro pueblo.
Lo que no dice el inefable funcionario
es que la agricultura urbana y periurbana ha sido diseñada para países en
situación de pobreza o conflicto, de los cuales el modelo a exhibir no es otro
que La
Habana, donde tal política habría producido en 2013 alrededor de 6.700
toneladas de alimentos para casi 300.000 personas (apenas 61 gramos diarios por
persona, equivalentes a dos hojas de lechuga o una cebolla pequeña).
Es desolador que Venezuela,
nuestro país, que recibió un millón de millones de dólares por concepto de
renta petrolera en esta era infame, deba ser considerada ahora como candidata a
abastecerse de una precaria agricultura que nos excluye de la lista de países
en desarrollo. Entretanto, en los países desarrollados la agricultura urbana es
solo un pasatiempo para jubilados, porque allá la agricultura a gran escala es altamente
tecnificada y rendidora.
Haciendo un paralelo con aquella
fracasada zafra de los 10 millones de toneladas de caña de azúcar en la Cuba de
1969, cuando se condenó a todo un pueblo a sembrar y tumbar caña, así querrán
sojuzgarnos aquí, haciendo que nuestro tiempo se vaya en sembrar conucos y
perolitos, con miras a obtener los alimentos que el régimen ahora nos niega,
una vez destruido el aparato productivo de la nación y agotados los recursos
para comprarlos.
El escritor cubano Duanel Díaz
Infante, al referirse a la destrucción de su país, dice que “la
desaparición del central azucarero equivale, simbólicamente, al agotamiento de
esa promesa revolucionaria que tuvo en el vendaval en los cañaverales su
metáfora maestra”. Algo similar tendremos que decir nosotros, si no nos
rebelamos, al ver la tierra yerma donde antes fue fecunda.
TUITEANDO
1.- “La MUD ha tomado la
decisión unánime de convocar al pueblo de Venezuela a conformar el movimiento
de presión popular más grande que haya existido, para activar todos los
mecanismos de cambio”.
2.- Tumeremo:
hallar los cuerpos no bastará, porque nunca ha bastado. Un sentido texto de
Ángel Alayón
También en: http://elrepublicanoliberalii.blogspot.com/2016/03/gioconda-san-blas-romance-de-la-tierra.html
http://masonerialibertaria.com/2016/03/10/romance-de-la-tierra-yerma/
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http://masonerialibertaria.com/2016/03/10/romance-de-la-tierra-yerma/
Apreciada Dra. San Blas: Ha tocado usted un tema MUY importante. En el mundo científico de la producción de alimentos existen caminos que tienen fanáticos y detractores. La hibridación produce resultados que unos llaman "asombrosos" y otros los titulan de "desastrosos". Creo que vale la pena seguir ahondando en el tema.
ResponderBorrarNoté que he desdeñado la barbárie del régimen que nos destruye al "robar" a nuestros productores. Un abrazo!