Facundo Cabral

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lunes, 16 de abril de 2012

Violencia para el caos, violencia para el terror

Uno creería que no es posible, pero no está de más recordar que salvo unas poquísimas excepciones que no sobrepasaron la docena, todo el estamento intelectual universitario en la Alemania nazi y la Italia fascista suscribió su subordinación a esos regímenes totalitarios, para comprar su sobrevivencia física y profesional por un día más, al altísimo precio de la claudicación moral.
Tal Cual

Política / Jueves 1o. de diciembre de 2011 / p.6





AL COMPÁS DE LA CIENCIA

GIOCONDA SAN BLAS
VIOLENCIA PARA EL CAOS, VIOLENCIA PARA EL TERROR

Bombas molotov, niples, bombas lacrimógenas, incendios en instalaciones de facultades y escuelas, agresiones físicas y verbales a autoridades institucionales y representantes estudiantiles, quemas de vehículos, destrucción de bienes públicos, algunos de ellos patrimonios culturales de la humanidad, forman parte del paisaje universitario de estos días.

Como si lo normal fuese sortear balas y fuego cruzado, la comunidad universitaria venezolana procura sobrevivir y cumplir con su misión formativa y de investigación, a la vez que lucha por la defensa permanente de la autonomía universitaria, garante de la libertad de cátedra y el libre fluir de las ideas.

La violencia, estimulada y bendecida desde altas esferas gubernamentales, se convierte así en un arma de doble filo: generar el caos y el terror; caos para la disolución de la sociedad, terror para paralizar a los ciudadanos en su rechazo al caos.

El mundo al revés: el maleante elevado a la categoría de héroe de la revolución, las víctimas llevadas al patíbulo de la ignominia y la descalificación. Todo esto como un plan diabólicamente concebido que no se limita a los ambientes universitarios, sino que se traslada a toda la sociedad.
 
Nueve o más millones de armas de fuego circulando libremente sin control (¿y todavía nos extrañamos de que un niño de apenas 12 años mate a sangre fría a otro niño, compañero de clase, por una insignificante discusión sobre un juego electrónico, con un arma a libre disposición en su ambiente familiar?), irrespeto total a la propiedad privada, confiscaciones sin fin, destrucción del aparato productivo, censura y autocensura en los medios de comunicación, sistema judicial convertido en arma paralegal para reprimir a quien piense distinto, son apenas algunas de las perversiones que nutren diariamente la paranoia colectiva para reducirnos a la inacción por miedo, ese miedo que nos paraliza para actuar y que hace a muchos callar cuando deberían pronunciarse, humillarse cuando deberían reaccionar con dignidad, sobre todo aquellos que serían los primeros llamados a replicar, porque su alto nivel de formación los compromete a servir de faro conductor en el sendero hacia la libertad. 

Pero el miedo es libre, nos dicen. Y así, en silencio, nos vamos acostumbrando poco a poco a transitar el camino de la sumisión, adonde se llega no sólo con la acción sino por omisión. 

Uno creería que no es posible, pero no está de más recordar que salvo unas poquísimas excepciones que no sobrepasaron la docena, todo el estamento intelectual universitario en la Alemania nazi y la Italia fascista suscribió su subordinación a esos regímenes totalitarios, para comprar su sobrevivencia física y profesional por un día más, al altísimo precio de la claudicación moral.

¿Será ése el camino que nos tocará recorrer?

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